Vivimos una época dorada para los depredadores.
Campan a sus anchas por dominios en expansión y están dotados de armas formidables para la supervivencia.
Además, disponen de un encanto que subyuga a las víctimas, a las que embaucan con una belleza irresistible y una capacidad de simulación insuperable.
Son de una voracidad insaciable y carecen de piedad a la hora de elegir presa, que puede ser de cualquier especie distinta de la suya.
Te hunden sus garras con una elegancia y una precisión escalofriantes.
Ocupan la élite del reino animal y se comportan con la displicencia que se adquiere al imponer siempre su voluntad.
Son fácilmente detectables pues se ubican en la cúspide de cualquier hábitat, donde se exhiben sin pudor y sin miedo a ser despojados de su poder, porque pertenecen a la clase dominante.
Tienen muchos nombres, halcones, tiburones, leones o explotadores, y todos son iguales: crueles por naturaleza.