– Maestro, – le dijo un día Ting Chang -, me da una gran paz que no insistas tanto en la muerte de los deseos como en el no apego a los mismos.
– Es que sin deseos no puede haber vida. Una vez más, se ha desorbitado el pensamiento del Buda por seguidores incapaces de asumir la contradicción que nos sostiene vivos.
– El no-apego supone aceptar nuestra realidad sin asombrarnos por nuestros fallos.
– ¿Qué fallos, Ting Chang, amigo? Así denominan a lo que no concuerda con las normas establecidas para mantener estructuras de poder que les protegen del miedo a dejar de ser, del miedo a la muerte. Pero también debemos cuidarnos de no apegarnos ni al desapego.
-Entonces, – intervino Sergei -, ¿por qué me siento culpable cuando me escapo para visitar a la viuda de Nanking y a beberme su rotundo vino?
– Por eso, Sergei, porque te escapas.