Todas las células eucariotas tienen un sistema para destruir las proteÃnas defectuosas o aquellas que, tras ser usadas, ya no son necesarias, pero aún se sabe muy poco de cómo funciona. Un grupo de investigadores del Instituto de BiologÃa Molecular de Barcelona (CSIC) ha hallado el mecanismo por el que se regula: dos enzimas, llamadas Rsp5 y Ubp2, activan o desactivan la actividad del proteasoma, el complejo multiproteico encargado de destruir las proteÃnas.
En la destrucción de proteÃnas hay dos actores principales: los proteasomas, complejos multiproteÃcos encargados de degradar las proteÃnas inservibles y la ubicuitina, una proteÃna de pequeño tamaño que forma cadenas que, a modo de etiqueta, ‘marcan’ las moléculas que deben ser eliminadas. Éstas son reconocidas entonces por alguno de los receptores del proteasoma (sus ‘puertas de entrada’) y, tras retirar la ubicuitina, son degradadas y sus restos expulsados para ser utilizados en otras funciones celulares.
“Si este mecanismo destructor falla, se acumulan en el interior de la célula muchas proteÃnas que deberÃan ser eliminadas, la célula colapsa y puede desarrollar múltiples patologÃasâ€, explica Bernat Crosas, autor principal de la investigación y cientÃfico del Instituto de BiologÃa Molecular de Barcelona.
Mediante el estudio de células de levadura, los investigadores han descubierto que dos enzimas, Ubp2 y Rsp5, son responsables de abrir y bloquear, respectivamente, uno de los receptores del proteasoma, el Rpn10. Los cientÃficos destacan el mecanismo usado para bloquear el receptor: la enzima Rsp5 enlaza al receptor una sola molécula de ubicuitina para bloquearlo, mientras que la enzima Ubp2 la retira para activarlo. Hasta ahora se creÃa que la ubicuitina sólo interactuaba con el proteasoma mediante las cadenas de varias moléculas que marcan las proteÃnas a eliminar, pero no de forma monomérica.
“Se sabe que las células tienen una fuerte demanda de degradación proteica, lo que implica que la actividad del proteasoma debe estar muy bien controlada. Teniendo en cuenta la concentración de proteasomas, cientos de miles en una sola célula, mecanismos de respuesta rápida como el descubierto en este trabajo pueden tener un fuerte impacto en la degradación proteica total en la célulaâ€, enfatiza Crosas.
“Se trata de un sistema de regulación muy fino, por lo que cualquier alteración en las funciones de las enzimas Rsp5 o Ubp2 puede conducir a una desregulación de los proteasomas, lo cual afecta a una gran cantidad de vÃas celulares que necesitan de ellos para reciclar sus componentes; de ahà la amplia conexión con patologÃas molecularesâ€, añade el experto.
Entender la génesis de algunas enfermedades
El equipo considera que algunas enfermedades neurodegenerativas caracterizadas por una acumulación anómala de proteÃnas que no se degradan podrÃan estar relacionadas con una disminución de la actividad de los proteasomas. Un ejemplo es el Alzheimer, caracterizado por la formación de agregados de proteÃna amiloide. La investigación del proteasoma es también una lÃnea puntera en el tratamiento de algunos cánceres y se sabe además que algunos tipos de cáncer interfieren sobre la actividad del proteasoma.
Los investigadores también han hallado que, en condiciones de estrés ambiental, los receptores Rnp10 tienen un menor nivel de bloqueo, es decir, hay menos moléculas de ubicuitina unidas a los receptores para bloquearlos. Crosas aclara que “los factores de estrés como al aumento de la temperatura o la exposición a compuestos quÃmicos, como metales pesados, son dañinos para las proteÃnas de las células. Por ello, en condiciones estrés es esperable que haya más proteÃnas dañadas y no funcionales, por lo que la actividad de los proteasomas degradando proteÃnas aumentaráâ€.
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Referencia bibliográfica:
Marta Isasa, Elijah J. Katz, Woong Kim, Veronica Yugo, Sheyla González, Donald S. Kirkpatrick, Timothy M.Thomson, Daniel Finley, Steven P. Gygi, and Bernat Crosas. «Monoubiquitination of RPN10 Regulates Substrate Recruitment to the Proteasome». Molecular Cell 38, 1–13, 11 de junio de 2010.
Fuente: CSIC