Al final, Zapatero cumplió con la promesa de publicar unas memorias como habÃa amenazado. Inútil empeño el suyo porque con o sin ellas nadie va a recordarle. Lo que nunca sabremos es quien fue el negro o negros que colaboraron en la redacción del libro ni tampoco cuantos habrán cometido la osadÃa de adquirirlo, con independencia de su familia  y ciertos estómagos agradecidos. Es cierto que durante su nefasta etapa como presidente del Gobierno, no  se distinguió precisamente por la profundidad de sus artÃculos, si es que llego a escribir alguno, pero el absurdo empecinamiento de pasar a la posteridad le indujo a tomar tan desdichada decisión. A estas alturas todavÃa los españoles no se explican como semejante elemento, polÃticamente hablando, que jamás trabajó ni llegó a conocer lo que es una nómina, pudo llegar a ser la primera autoridad del paÃs hasta que sus  propios colegas de partido le obligaron a dimitir.
     Durante siete interminables años, ZP solo se dedicó a destrozar España, por propia iniciativa y con la colaboración de sus cientos de asesores. ¡Que dolorosa pérdida de tiempo! De su paso por la Moncloa, solo podrá recordarse que fue el peor presidente de la historia, con diferencia, desde la implantación de la democracia en España. Quizá no solo por mala intención que también la tuvo como todos los ignorantes, sino por su ineficacia y desastrosa gestión, a quien solo imploramos nos olvide y deje de obsequiarnos con más estupideces y explicaciones que nadie le pide ni necesitamos. Con que desaparezca para siempre como una mala pesadilla nos conformamos. Su paso por el Gobierno de la “indiscutible†nación española quedará como un espacio en blanco que nunca existió y en todo caso para que futuros polÃticos no caigan en la celada de tratar de imitarle.
El pretender convencernos a través de las citadas memorias que su única intención fue “aferrarse a la ética de la responsabilidad para justificar sus decisionesâ€, resulta otra más de sus múltiples majaderÃas suyas de reputado “contador de nubesâ€, como el asegurar que nunca habÃa pensado dimitir (no hace falta que lo jure) porque su objetivo era “evitar que España tuviera que ser rescatadaâ€; lo que sin duda habrÃa ocurrido si llega a culminar la segunda legislatura.
Es doloroso el tener que haber soportado a este “salvapatrias†de vÃa estrecha. Acuérdese todas las noches, antes de conciliar el sueño, si es que lo consigue, que fueron los suyos los que le aconsejaron la dimisión, esos mismos que ahora cÃnicamente intercambian abrazos con daga florentina incluida, cada vez que acude a presentar El dilema de los 600 dÃas de vértigo; es que hasta el tÃtulo es ridÃculo.
     Nadie puede entender ese empeño por permanecer en el cargo cuando lo apropiado habrÃa sido no presentarse a la segunda legislatura y pedir disculpas a los españoles por todas las barbaridades cometidas. Incomprensible ese suplicio de tener que hacer todo lo contrario de lo que pensaba como asegura. Tal comportamiento constituye una incongruencia supina, si bien es cierto que todos los polÃticos, ocasionalmente, se ven en la obligación de mentir, y lo hacen sin el más mÃnimo recato, que en el caso suyo resulta totalmente patético. Cesando voluntariamente se habrÃa ahorrado todos los insultos, humillaciones y descalificaciones que tuvo que soportar y no solo por parte de la oposición. Recuerde que muchos cargos socialistas le ponÃan a parir a sus espaldas, y tal comportamiento aunque por su desatinos lo mereciera, no resultaba ético.
Algunos dudan si sus memorias se venden o regalan y otros no se atreven a preguntarlo por pudor. Como ahora percibe pingües ingresos, una vez más a costa del bolsillo de los ciudadanos, podrÃa contratar un equipo de encuestadores para que visitaran las librerÃas madrileñas, incluidos grandes almacenes, para averiguar el número de ejemplares vendidos y poder efectuar una estimación.. ¡¡Se sorprenderÃa don José Luis!!