Fue Henry David Thoreau (1817-1862) un liberal estadounidense que llevó sus creencias hasta las últimas consecuencias, individualista, demócrata radical y antiesclavista y, yo creo, peligroso, pues obtuvo el grado de Bachiller de Artes en la Universidad de Harvard. Demasiada cultura, demasiada ideologÃa. Como defensor de la desobediencia civil no violenta influyó en personalidades que luego brillarán con luz propia en el siglo siguiente, como Mahatma Gandhi.
DecÃa Thoreau que “el mejor gobierno es el que menos gobiernaâ€, y en última instancia que “el mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absolutoâ€, declaración nÃtida a favor de menos gobierno, menos Estado. Por ello hay quien quiere identificarlo como formulador de un anarquismo filosófico que, sin embargo, no se diferenciarÃa de las tesis de un liberal consecuente.
Las citas anteriores y otras de su escrito Desobediencia civil indican claramente una ética propia en la que individualismo no significa egoÃsmo y desentendimiento de lo público, sino todo lo contrario. AsÃ, por ejemplo, cuando pregunta: “¿Debe el ciudadano renunciar a su conciencia, siquiera por un momento o en el menor grado a favor del legislador? ¿Entonces porque el hombre tiene conciencia? Pienso que debemos primero ser hombres y luego súbditos.â€. Lo que cuestiona es la obediencia a la ley sólo por ser tal, e introduce elementos de democracia continua al decir que “ni siquiera votar por lo correcto, es hacer algo por elloâ€, es decir, que no hay garantÃas de que el hecho de que hayas votado tenga como resultado que se lleve a cabo lo que te ha motivado a votarlo. Y abunda en esto cuando pregunta “¿Es la democracia, tal y como la conocemos, la última mejora posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre?â€.
Nos pregunta también Thoreau: “Existen leyes injustas: ¿debemos conformarnos con obedecerlas o, debemos tratar de enmendarlas y acatarlas hasta que hayamos triunfado o, debemos transgredirlas de inmediato?â€. Según él, esperar a su reforma es una inutilidad pues un gobierno: “¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin?â€. Ya expresó algo que coloquialmente solemos decir ahora al escribir que “si un hombre que no tiene bienes se niega sólo una vez a ganar nueve chelines para el Estado, se le encarcela durante un periodo ilimitado sin mediar mandamiento legal alguno, y esto determinado solamente por quienes le colocaron ahÃ, pero si roba noventa veces nueve chelines al Estado, al poco tiempo se le deja en libertad.â€. Si la ley no es igual para todos…
Y nos dejó su opinión sobre algunos polÃticos y sobre lo que hoy llamamos tertulianos, televisivos, radiofónicos o de otro tipo: “Amamos la elocuencia por la elocuencia misma, pero no por la verdad que pueda expresar ni por el heroÃsmo que pueda inspirar.â€.
Para terminar (por ahora) diré que citó a Confucio cuando el sabio dijo “si un Estado es gobernado por los principios de la razón, la pobreza y la miseria son motivo de vergüenza; si un Estado no es gobernado por los principios de la razón, la riqueza y los honores son motivo de vergüenza.â€.
Sin duda un revolucionario, pero, se siente, sin que se lo pueda apropiar nadie, salvo su propia nación. La prueba es que en 1960, una efigie de Thoreau entró en el Panteón de los Héroes Norteamericanos de la Universidad de Nueva York, junto a George Washington, Benjamin Franklin, Abraham Lincoln, Thomas Edison y Ralph Waldo Emerson.