Casiano se bajó del tren en la capital. Era la tercera vez que salía del pueblo. No conocía más mundo, a excepción del Sahara, en donde sirvió a la Patria defendiendo arenas ardientes y sueños estériles. Provisto apenas de boina, maleta y juventud, se presentó ante el gris capataz de la primera fábrica que vio ante él. A los pocos minutos salía de allí con un contrato firmado mediante un simple apretón de manos y a continuación se fue a buscar pensión. Casi cuarenta años trabajó allí, sin mas formación que la de silbar y apedrear por los caminos a las ovejas para que no cayesen por las quebradas, azuzar al macho mientras labraba los olivos o cavar hoyos alrededor de las cepas para recogieran el agua de las escasas lluvias. Apenas sabía leer, pero sus manos fuertes y hábiles le sirvieron para ayudar a levantar los sueños de un país que se había resquebrajado tras una guerra.
Después de casi cuarenta años, Casiano levanta la vista y ve un país asolado por el desempleo. Es un país de locos, piensa. Sus hijas, tras incontables dineros y tiempos invertidos en estudios y universidades, dice con insistencia, andan de acá para allá tras esa quimera trasparente que supone hallar el ansiado puesto de trabajo, búsqueda en si misma que se ha convertido para ellas ya en una durísima profesión de angustiosos resultados. Casiano cobra una pensión de la que todos viven y Casiano llora en soledad echando la vista atrás al añorar el tiempo en el que nadie sabía lo que era la asertividad, la resiliencia, las competencias profesionales, los técnicos de empleo y los coachers. Un tiempo también difícil en el que para trabajar apenas hacían falta un par de manos y voluntad, ese tiempo en el que el sol salía por el mismo sitio que hoy y alumbraba el mismo mundo, solo que ese mundo sonreía feliz mientras se trabajaba y amaba. Una sonrisa fingida, en cambio, es la que Casiano luce ahora, llorando en su interior, para que nada se venga abajo y sus hijas no desfallezcan en el intento, pensando que las guerras que ahora se libran arrojan menos cifras de muertos pero más cadáveres andantes.