Sociopolítica

Después del tsunami

El día que en la pantalla de nuestros televisores asistimos en directo al atentado contra las Torres Gemelas no salíamos de nuestra sorpresa. Parecía una película de ciencia-ficción. Sin embargo, se trataba de un hecho histórico de enorme trascendencia, que quizás haya marcado la caída del poder mundial americano para dar paso a una multipolarización donde China, Rusia, Brasil y otros países emergentes cobren también protagonismo.

Para el prestigioso filósofo y sociólogo Alain Touraine, reciente premio Príncipe de Asturias, estamos en una sociedad en la que crece la desigualdad, la exclusión social y la marginalidad, y aflora un mundo marcado por la ruptura y la división “en el que las únicas categorías que se mantienen son las de amigo o enemigo”. El triunfo del neoliberalismo podría romper los vínculos entre la economía globalizada y la sociedad compuesta por actores clásicos como los sindicatos o los partidos.

Estamos asistiendo a una flagrante debilidad del Estado frente a los mercados. “La crisis es el resultado de la ruptura impuesta por los financieros entre sus intereses y los del conjunto de la población”, afirma el profesor francés.

Pero la gran pregunta que queda por contestar es: después de esta crisis, ¿volveremos a la situación económica del pasado? Y la respuesta, aunque volvamos a cierto crecimiento, es que no, porque la historia nunca retrocede, y porque después de un tsunami la ciudad que se reconstruye nunca podrá ser la misma de antes.

El egoísmo y el pensamiento único que surgieron tras la caída del muro han llevado al mundo a una voracidad que tuvo su estallido más que simbólico en las Torres Gemelas.

¿Y ahora qué? Nos preguntamos cómo será el futuro desde un punto de vista sociológico y humano. Parece que, en ese paisaje, desaparecerá el imperio del consumo, se racionalizará la vida y no habrá que apretarse el cinturón, sencillamente porque al estar más flacos, el cinturón se caerá solo.

Lo interesante será la transformación cultural a la que asistiremos. Tendrá que surgir desde un cambio de valores. Las viejas recetas socialdemócratas de las sociedades industriales parecen obsoletas e irrecuperables. Los problemas ecológicos y de la mujer, entre otros, requerirán un nuevo tipo de vida económica y social. Será necesaria una nueva globalización moral en la que habrá que reclamar derechos universales, y no solo para las personas privilegiadas del primer mundo. No podrá tolerarse un universo económico que trata a los seres humanos como mercancías, o como máquinas. El respeto por los derechos humanos requerirá nuevas formas, no solo jurídicas, sino también cotidianas, de comunicación y convivencia.

Estamos pasando más que una página y un capítulo de la Historia, escribimos un libro nuevo, semejante a lo que pudo ser la caída del Imperio Romano o la Revolución Industrial.

Hasta dónde tendremos que tocar fondo, aún no lo sabemos. Se descubren vectores y señales esperanzadores: interés por la solidaridad y las ONG; la búsqueda de una vida más natural y ecológica; el movimiento indignado en lo que tiene de más justo y reivindicativo; la urgencia de que la política recupere su papel cara a la economía; la recuperación de valores perdidos frente a la deshumanización del consumo; la imaginación creadora ante la desocupación y el paro; la reorientación tecnológica e industrial. Y sobre todo fe en el hombre, en lo que tiene de más genuino, en su dimensión espiritual que le ha llevado a superar situaciones más difíciles y trágicas, puesto que crisis significa crecimiento y al final, aun con errores, todo avanza. En este sentido decía Teilhard de Chardin: “Todo cuanto acontece es adorable”. ¿Aprenderemos?

Pedro Miguel Lamet

Periodista y escritor

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.