Hoy es el día de Acción de Gracias en Estados Unidos, uno de esos días pensados para la reunificación familiar y para tirarse los trastos a la cabeza los unos a los otros recordando desfachateces del pasado y otras barbaries por venir, un día cuyo origen era agradecer a Dios y que ha terminado por paganizarse, por suerte para todos, y ya sólo sirve para dar gracias al charcutero, o como se llamen por allí, que te vende el pavo que luego se hornea.
Es uno de los pocos fines de semana largos, o puentes, que allí escasean y aquí abundan, tan concienciados están con la importancia de una buena ética de trabajo, algo de lo que deberíamos de aprender por estos lares, donde se premia más la picaresca que el trabajo diario.
Basta con encender la televisión o leer cualquier periódico para comprender que aquellos que un día hicieron del pillaje su forma de vida, ahora son encumbrados con minutos televisivos y columnas presuntamente periodísticas. Tamaño insulto a la dignidad del espectador o lector no tendría cabida en la cultura norteamericana.
Una cultura que desde los primeros años de escolarización premia a los alumnos más estudiosos y aparta a los licenciosos, en un programa insolidario, pero notoriamente mejor que el español, donde los primeros son penalizados por el triunfo social de los segundos, lo que lleva, indefectiblemente a un modelo de sociedad.
Porque es en la escuela donde se conforma la sociedad. En Estados Unidos la escuela es competitiva, trepa e insolidaria, y así es la sociedad estadounidense, en España la escuela es solidaria, contemplativa y poco autónoma, y así es la sociedad española.
La virtud, como todo en la vida, está en el punto medio, pero está claro que si España quiere progresar como país de una manera definitiva necesita mejorar su modelo educativo, excesivamente complaciente con los alumnos y poco práctico, y premiar, de una vez por todas, las actitudes positivas, renegando de las negativas, lo cuál redundará en una mejora inmediata de nuestro modelo de sociedad.