Pasó el amor por mÃ, puede decirse… Yo amé y fui de viaje a las estrellas, pasé por los estadios de todas las sorpresas y aplaudà el espectáculo de la magia de esas miradas que podÃan sacarte el alma y devolvértela después toda besada.
Yo luché y cedÃ, caà y me levanté. Corrà tras la ilusión ni bien se iba, le hice mil promesas y la animé a volver hacia ese amor de nuevo.
SabÃa que un amor sin la ilusión es como un ciego sin su bastón blanco… De alguna manera, la ilusión le hace saber al amor por dónde caminar.
Con la Ilusión me unÃa una relación enfermiza entonces, porque mis esfuerzos por retenerla me quitaron paz y me restaron energÃas. Inventar un nuevo motivo para atraerla hacia el amor, buscarle un color más al Arcoiris, revolver el cielo y cambiar de lugar a las estrellas para que formaran otras constelaciones que fueran de su agrado, me tomó años de la vida y el desgaste emocional de energÃa se comió mi juventud en dos bocados… Pero entonces yo ¡qué sabÃa!
Antes de estar dentro de estos cuarenta y tantos años, ¡tuve que vivir en un cuerpo de quince, veinte y treinta años también! ¡Y tuve que tener debilidades y demasiada ignorancia encima! Porque cuando se padece del mal de juventud, una tiene la sangre ardiendo, las hormonas explotando y las neuronas necesitan equilibrio para pensar y llevarse bien con el sentido común. En medio del caos de la corriente impetuosa de la soberbia juventud, el corazón, que va por los años dando brincos y bombeando adrenalina, poco se interesa por nada que no le ofrezca caudales enormes de pasión desenfrenada.
Y asà como fui muy joven para saber tratar como se debe al amor en mi vida, fui también presa fácil del error y una aprendiz voraz del sufrimiento…
Y ahora que no tengo juventud ¡tengo certezas! ¡Vaya negocio al que me obligó la vida! Parece que he hecho un buen trato: menos atractivo, pero más confianza en mi misma.
Ahora rompà con la enfermiza relación con la ilusión. Desde que no la fui a buscar más por ningún lado, para llevarla bien presentadita y convencida delante de la mirada de un hombre, me di cuenta de que la necesitaba cada vez menos… Me di cuenta de que era innecesario ese absurdo sometimiento mÃo… Yo ya no tengo la energÃa suficiente para treparme al cielo con mi osadÃa de antes y revolver las estrellas para disponer las constelaciones que sean del agrado de un determinado nuevo amor recién llegado a mi vieja vida… Y ya no tengo huesos de quince años, ni piel de veinte ni besos frescos de veinticinco… y cuando me di cuenta de eso, cuando me coloqué frente al espejo para hablarnos cara a cara, sin tapujos, sin su crueldad y sin mi notable rechazo a su reflejo matutino, entendà varias cosas.
HabÃa perdido el esplendor. Pero habÃa luz aun en mi. No tenÃa la tez lozana pero tenÃa ganas de sonreÃr cuando me miraba, porque por primera vez yo me miraba no pensando en gustarle a los demás, sino en gustarme a mi misma…
Y lo mejor de todo es ¡que me empecé a gustar mucho! A partir de entonces, me tiro un beso y comienzo con mi dÃa. Me guiño el ojo si me veo muy bien y si desapruebo el vestuario, doy un soplido de resignación y continúo, porque vestida o no, la vida sigue esperándome en la puerta de casa para llevarme a cualquier destino. Y la verdad, ¡de la ilusión ni me ocupo! Porque a partir de ese momento en que me miré y me gusté… ¡¡¡ella misma se empezó a ocupar de buscarme!!!
No entenderán el alivio que da hasta que lo vivan en huesos propios.
Dejar de perseguir a la ilusión en vano; dejar de andarle pordioseando a la atención del otro; dejar de andar recogiendo las migajas de cariño de quien no se ocupa de una como debe; nunca más correr tras los pasos de quien nos cierra las puertas; jamás perseguir con el alma llena de desesperación a quien tiene seco el corazón para ofrecer algo más que no sea pena; andar y desandar los caminos de la tortura de no sentirnos bien amadas, bien merecidas, bien contempladas…
Entender de una vez que una tiene que sentirse feliz ¡asà tal cual como se siente viva! Proponerse una misma el plan de sentirse a gusto con la vida, a favor de una misma y en contra de cualquier prejuicio insano que se oponga a la dicha interna.
Se terminó para mà eso de sentarme a esperar que venga la felicidad de las manos de nadie. Se acabó eso de buscar una mirada masculina rescatista, milagrosa, que me haga emerger desde los escombros de mi ineptitud como mujer, de mi mediocridad como persona.
Tabla de contenido ocultarComencé a caminar con mas dignidad y menos presunción.
Hoy me pongo tacos y llevo a pasear a la mujer que existe en mi sin la pretensión de conquistar a nadie. Y los vestidos que uso, la ropa que me pongo ¡me enloquecen! ¡Me encantan! Amo mis pulseras, mis exóticos anillos y todos los colgantes de mi colección esperan porque yo los elija según la ocasión y mis ganas, según su color y el tono de mi entusiasmo.
Hoy ¡todo espera por mà y yo no espero mas por nadie! Y eso es ¡MARAVILLOSO!
En mi vida ha nacido una ESTRELLA y esa soy YO.
¿EgoÃsmo? ¡Nada que ver! Yo lo llamo ¡AMOR POR MI!
Me pasé la vida esperando que un bendito hombre sintiera AMOR POR MI sin darme cuenta de que eso solo pasarÃa una vez que yo misma me enamorara de mi. Y me pasé años sin mirarme siquiera, sin gustarme ni un poco. TenÃa la piel fresca y la sangre joven, pero la cabeza ignorante y los pensamientos equivocados…
Me ponÃa vestidos para gustarle a los demás… Me imponÃa costumbres, hábitos y modas para coincidir con todos… Me maquillaba para el afuera, y por dentro se me despeinaba el alma cuando no era aprobada…
En un hombre busqué mi identidad, y esperé que él me facilitara el pasaporte a la felicidad, porque pensé que ese era un reino donde ninguno puede ir solo… ¡Cuánta ignorancia!
Ahora sé que únicamente solo uno determina si se va a ser feliz o no y que de esa decisión dependerá todo tu destino
Hasta dependerá, una vez que uno se decide a ser feliz solo, de con qué clase de personas vas a encontrarte, porque seguramente solo te encuentres con gente como uno, que decidió por sà mismo su propio camino a la felicidad. Gente asÃ, de ese tamaño, te conquista para siempre. No son egoÃstas, lo que no son es pordioseros del afecto ni la posesión de nadie, eso es lo que no son, no egoÃstas… A NO CONFUNDIRSE.
El que piensa en sà mismo, piensa en un mundo más bonito, un mundo donde no esperas que nadie haga nada por vos, un mundo donde vos y únicamente vos tendrás que hacerlo todo.
Arremangarte y sembrar tus flores y después sentarte a contemplar tu jardÃn. Sepultar tus sueños muertos en tierras santas de la autoaceptacion. Pisar arriba de la tierra que los cobija y animarte de nuevo a bailar sobre ese mismo suelo la danza eterna de la oportunidad de la vida, una y otra vez…
El que piensa en sà mismo piensa que tiene que mantenerse ocupado en hacerse a sà mismo, en que tiene que formarse, proveerse y estimularse constantemente para atreverse una y otra vez de nuevo a la aventura exquisita de vivir.
El que piensa en sà mismo está pensando en todos, porque es uno menos a la hora de esperar a que todos los demás, todo lo demás, se ocupe de buscar la forma de hacerlo feliz y mantenerlo vivo. El gran error que comete el mundo entero:  esperar a que el mundo y la vida se ocupen de sorprenderlos y hacerlos felices… Mientras dura ese proceso, se pasa la vida, y de pronto pudiera ser que te encuentres frente a tu propia tumba.
Pasó el AMOR por mi… puede decirse… ¡Y me dejó una locura! ¡Me dejó estas ganas de no pertenecerle a nadie! Me dejó esto de un romance apasionado conmigo misma…
Antes de hacerme grande de edad, yo no tenÃa mi propio jardÃn, era muy pobre de autoestima y demasiado pordiosera de afecto y seguridad.
VivÃa a la intemperie como los indigentes en las calles. Mi espÃritu pordioseaba por amor. Mi ser mendigaba atención sincera… Yo no me daba cuenta, como tantos no se dan cuenta, de lo indigente emocional que era… Buscaba que me aprobaran, que me valoraran, que me amaran… Asà como el mendigo, siente que sus bolsillos están vacÃos y sueña con lo que sobra de la billetera y la buena voluntad de los demás, asà mi alma estaba arruinada, pensando que yo misma no merecÃa amarme, darme mejor trato, darme un merecido valor como persona. Y buscaba en los otros, como el mendigo persigue las monedas, algo de suerte, algo de fortuna, algo de felicidad… Lamento comunicarles que eso no da resultado. Jamás encuentra la felicidad quien no es feliz ya mismo. Feliz con lo que sea, como sea… al indigente no le va a cambiar la suerte pordioseando, sin importar cuántas monedas o billetes acumule con suerte un dÃa u otro.
Al que se siente una pobre persona, que no se ama ni se valora a si misma, no le va a cambiar la actitud ni mucho menos la vida, no importa cuántas relaciones amorosas tenga. Siempre va a ser y sentirse una pobre persona.
El que te puede cambiar la vida no existe afuera, no está en un boliche, ni en la facultad, ni en ninguna parte… El que te puede llenar la vida de belleza y amor abundante, el que te puede hacer feliz de verdad es solo tu corazón. Depende de si lo escuchas, de si te escuchas y empiezas a gustarte y mimarte cada dÃa un poco mas… ¡Y cuando lo haces comienzan a suceder todos los milagros!
Yo creo que a la gente que se enamora de ella misma le cambia el panorama de todo. Que cuando miran lo mismo que miraban antes, lo ven de otra forma y le descubren otro color. Creo que se adueñan del espacio porque son dueñas de sà mismas, no porque lo compran en dólares. Creo que lucen mejor sin pasar por ninguna cirugÃa estética. Creo que pueden conquistar lo que sea y a quien sea, pero que solo escogen a quienes también se sienten bien consigo mismos. Porque la pobreza afectiva, la dependencia emocional de los otros les hace mal, la evitan asà como el afortunado evita la miseria y todo contacto con ella.
Pasó el AMOR por mi… puede decirse…. Pasó, y mientras no me elegÃan, mientras no me valoraban, en el proceso de duelos eternos e interminables, comencé a visitar menos a mis sueños muertos en el cementerio y a abrazarme más con mis capacidades aun vivas…
Hoy puedo decir “que estoy conociendo a una persona muy interesante†y que me está gustando mucho, cada vez más. Esa persona soy yo misma. La única que puede darme toda la felicidad con la que sueño.
En este dÃa de SAN VALENTIN tan especial puedo decir que conocà al mejor amor de todos: el amor por mi misma.
Caminaba el AMOR por una calle cualquiera y al final, después de todo, el AMOR se quedó conmigo.