Á‰rase una vez un joven pez, determinado y fuerte, que se lanzó a nadar con denuedo. Nadó y nadó venciendo todas las dificultades, hundiéndose bajo las tormentas, surcando las grandes olas e imponiéndose toda suerte de privaciones y esfuerzos para alcanzar su meta. Buscaba el océano pues había oído hablar de él a otros peces que permanecían en el banco.
Se encontró con un pez enorme, ya mayor y con aspecto venerable, y le preguntó acerca del mar y del océano.
– ¿Qué es el mar? He estado oyendo hablar de él pero no sé lo que es.
– Oh, joven amigo, el mar está en torno a ti, – le dijo el anciano dejándose llevar en unas suaves corrientes templadas por los rayos del sol que las irisaba.
– Si eso es así, Maestro, ¿por qué no puedo verlo? Esto sólo es agua.
– Porque el océano está en todas partes. Te rodea. Está dentro y fuera de ti. Has nacido en el mar y morirás en el mar. Tú eres el mar y la vida del océano. Cuando nadas, manifiestas su presencia. Tú mismo estás compuesto de agua y tus células no podrían vivir sin ella.
– No entiendo cómo todo puede ser mar y océano a la vez. No veo ni el agua, pero sé que es esto.
– No son más que palabras. Aún cuando se evapora, continúa siendo agua, pero con otro nombre. Le llaman aire húmedo, nube, tormenta, lluvia y fluye en las ramas y en las hojas de los árboles.
– No he oído hablar de eso. No lo entiendo.
– Nosotros y todo somos agua, formamos parte del mar. Como las olas y las mareas, la espuma y lo que hace que los rayos de sol arranquen brillos de las arenas.
– Si es así, Maestro ¿por qué no puedo verlo?
– Porque está tan cerca y tan dentro de ti que es difícil que lo veas, pero no te inquietes, el mar está aquí.
– ¿Qué hacer?
– Déjate llevar, disfruta y goza de cada instante, sea mar, alga o arena.
Pero el joven pez, después de saludar al anciano, prosiguió su búsqueda nadando sin cesar.
J. C. Gª Fajardo