Ver a los niños desfilar diciendo “!hurra, hurra, por nuestro país, que ningún otro país tiene un día nacional como el mío!” u oírles !hurra, hurra, yo amo a mi país; hurra, hurra, que lindo es mi país…! ¡Viva Noruega!… llevando, con orgullo y alegría, la bandera de fondo rojo y blanco con una cruz azul en el centro, es un hermoso acto de bello colorido, expresado en los bunad y en la elegancia de todos los asistentes. Desfilan, no sólo niños, también jóvenes y adultos de todas las edades.
Es la respuesta de un pueblo satisfecho que celebra el día nacional, el día de la Constitución.
Para con los gobernantes noruegos, yo podría afirmar, a pleno pulmón, que ellos cumplen aquello, que sostiene SchÁ¶kel, de que al haber amor hay servicio glorioso y al no haber amor, hay servicio servil.
La Constitución del Reino de Noruega fue adoptada el 17 de mayo de 1814 cuando logró la independencia del dominio danés que duró 400 años, y por tanto, celebran, cada 17 de mayo, el día de su primera y única constitución, que vienen celebrándolo como Día del Niño, el futuro de la patria.
Noruega en el 2010 fue clasificado como el país con el mayor índice de desarrollo humano en el mundo. Que es el resultado de un sistema de bienestar social. Su economía, diversificada – tiene petróleo pero no es monoproductora – está al servicio del hombre, con calidad en alimentación, excelente educación, óptima salud y seguridad jurídica.
Noruega es el país más pacífico del mundo, según Global Peace de 2007.
Oslo se llamó Cristianía hasta 1924. Es la capital. Allí la realeza, cada año, se asoma al balcón a saludar a los niños y a todos los desfilantes.
Soñar no cuesta nada. Como desearía yo, ver a Venezuela, a sus niños y a su gente desfilando con la constitución en mano, feliz de sentirse amada por sus gobernantes. De ver que su economía está a su servicio.
Es un sueño que, en futuro próximo, podría hacerse realidad.
Noruega no cambió constituciones a granel. La historia constitucional venezolana nos enseña otra cosa, y la inseguridad campea en todos los órdenes. Yo he perdido la cuenta, pero, si la memoria no me falla, ha pasado volando la veintena de constituciones, y sólo una duró más de cuarenta años, los de mayor movilidad y felicidad social: La de 1961.