La dieta del Dr. Hay, la antidieta, la dieta Atkins, la dieta Dukan, la dieta de la alcachofa, la dieta del paleolÃtico… el método «tal» y el método «cual».
Si es por tipos de dietas, la variedad está servida. Eso sÃ, cada autor que propone alguna forma de alimentación, argumenta que la suya es la mejor, la única infalible para nuestros propósitos, la más saludable y la más apropiada para cualquier persona.
Si todos dicen lo mismo, ¿quién tiene razón? Creo que lo más lógico serÃa pensar que todos están equivocados en cuanto a considerar una teorÃa como un absoluto, pero tienen razones para haber formulado sus recomendaciones dietéticas. Aunque habrÃa que analizar cuáles son esas razones y por qué han llegado a esas conclusiones tan radicales. Claro que buenas razones no significa buenas acciones ni buenas aplicaciones cientÃficas, sobre todo cuando, precisamente desde una perspectiva cientÃfica, podemos corroborar y desmentir cada una de las afirmaciones de estas personas.
Por ejemplo, todos aquellos profesionales que afirmen que el azúcar es un «veneno», pueden demostrarlo cientÃficamente en pacientes diabéticos. Para ellos, los niveles elevados de glucosa sanguÃnea son tan perjudiciales, que podrÃan llevarles al coma y a la muerte prematura. De la misma manera, podrÃamos decir que el azúcar es necesario y saludable y se podrÃa demostrar cientÃficamente en una persona que lleve muchas horas sin comer y sus niveles de glucosa sanguÃnea sean excesivamente bajos, sea o no diabético. Además, poniéndonos en casos extremos, se podrÃa salvar la vida de alguien que lleve muchas horas sin comer, con un simple vaso de agua azucarada.
El gran problema de cada propuesta es la parcialidad y el absolutismo. La paleodieta o dieta paleolÃtica, muy de moda los últimos años y defendida por muchos expertos, cumple con todos los mismos pecados que cualquier otra.
Pero desde mi punto de vista, la gran falta, el gran delito de la formulación de esta propuesta de alimentación, es pensar que nosotros, como animales racionales, mamÃferos, descendientes de otros homÃnidos, en algún momento determinado (en este caso, en el paleolÃtico) desarrollamos todas y cada una de nuestras caracterÃsticas en torno a la alimentación, como si los miles de millones de años anteriores y los perÃodos posteriores, no significasen nada. Pero no sólo eso, se obvian las estadÃsticas, la esperanza de vida del hombre moderno y la esperanza de vida del hombre paleolÃtico. Se hace caso omiso a las recomendaciones dietéticas consensuadas por organizaciones internacionales como la OMS, se infravalora a todos aquellos cientÃficos que han dedicado su vida a la investigación y los descubrimientos y se presume que algo tan romántico como «la dieta del hombre del paleolÃtico» (como si eso existiese, como si hubiésemos estado allà para estudiarlos) es la fórmula mágica que terminará con todos nuestros padecimientos y enfermedades y nos hará bajar de peso (eso sÃ, sin contar con la teorÃa del gasto energético), como por arte de magia.
Entrevista al Sr. PaleolÃtico
Entrevistador: «Sr. PaleolÃtico, ¿es usted consciente del revuelo que se ha montado en torno a su forma de comer?»
Sr. PaleolÃtico: «Pues la verdad es que sÃ. Pero mÃreme usted, dicen que soy esbelto y fuerte y me apareo con todas las hembras que quiera. Ejem, ¿no es ese el deseo de todo hombre?»
Entrevistador: «Ya veo, ya. ¿Es cierto que usted come carne cruda?»
Sr. PaleolÃtico: «A veces. Pero prefiero cocinarla en el fuego, porque queda más tierna.»
Entrevistador: «Según dicen, usted sólo se alimenta de carne, pescado, raÃces, frutas y frutos secos.»
Sr. PaleolÃtico: «Â¿Todo eso? Hombre, he probado todas esas cosas, pero depende de la temporada. Cuando las mujeres recolectan no comemos carne y tampoco se puede estar todo el dÃa pescando, ya que no vivimos siempre en una zona propicia para ello. Pero de vez en cuando los hombres salimos a cazar algún animal y, si hay suerte, nos pegamos el banquete. Bueno, normalmente vamos tirando. Aunque recuerdo épocas de hambruna… no quiero ni pensar en volver a pasar por eso. Enfermó y murió mucha gente. Fue horrible.»
Entrevistador: «Â¿Cree usted que si el hombre moderno comiese como en el paleolÃtico, tendrÃa alguna ventaja?»
Sr. PaleolÃtico: «Sinceramente, no lo creo. Ustedes tienen viandas de todos los tipos todos los dÃas… sabores, colores, olores… tanto animales como vegetales, que nosotros nunca hubiésemos soñado. Pueden elegir. Además, viven muchos años. La vida nuestra era muy dura, ¿sabe? Y morÃan muchos niños. Era una desgracia detrás de otra.»
Entrevistador: «Â¿Qué le dirÃa usted a una persona con sobrepeso?»
Sr. PaleolÃtico: «Le dirÃa que no se preocupe. Como dicen ustedes (nosotros no tenÃamos vacas) después de las vacas gordas vienen las vacas flacas.»
Entrevistador: «Claro, pero es que los especialistas recomiendan no tener exceso de peso porque no es saludable.»
Sr. PaleolÃtico: «Pues entonces le dirÃa a la persona con sobrepeso que si ha comido mucho porque le sobraba el alimento, ahora coma menos, como si le faltase, hasta llegar a eso que dicen ustedes que es peso saludable, que todavÃa no lo entiendo muy bien.»
Entrevistador: «Muchas gracias por sus respuestas, Sr. PaleolÃtico. ¿Quiere añadir algo más a la entrevista?»
Sr. PaleolÃtico: «Sólo me estaba preguntando… ¿por qué tienen ustedes los dientes tan enteros y tan blancos?»