La energía ni se crea ni se destruye; se transforma.
Hace un par de días, el Dr. Campillo (dukaniano interesado) me llamaba mentirosa y decía que lo que he escrito en mi libro (sin haberlo leído) es seudociencia y más cercano a la magia y la santería que a cualquier perspectiva científica.
Afirma que una persona que haya conseguido bajar tanto peso (como yo), es porque ha eliminado los carbohidratos de la dieta o los ha ingerido en cantidades mínimas. No le interesa creerse que la base de mi alimentación son los hidratos de carbono, en todas las comidas principales, y que lo que ingiero en su justa y necesaria medida, son las proteínas. Era de esperar en alguien que ha querido aprovechar el tirón «Dukan» para sacar tajada, por mucho que presuma de ser defensor a ultranza de la ciencia. Se podría comparar con un señor que vive en mi ciudad y cobra por curar a las personas y solucionar sus problemas con magia africana. Supongamos que este señor se llama a sí mismo «científico» y yo voy a decirle «oiga, que la magia no existe», con lo que me acusa de mentirosa y me pide que le aporte «pruebas científicas». Pues es exactamente lo que me ha ocurrido con el Dr. Campillo.
La base de las dietas dukanianas (anteriormente dieta Atkins), dietas proteicas o cetogénicas para adelgazar, es la siguiente: se puede comer tanto como se quiera de alimentos que no contengan hidratos de carbono (carnes, pescados, mariscos, huevos, aves), porque el organismo estará constantemente en cetosis (quemando grasas) y se adelgazará. Pero si la energía no se crea ni se destruye, ¿en qué se transforma el exceso de energía ingerida en forma de proteínas, cuando el organismo no la necesita de inmediato para desempeñar sus funciones? ¿Se desintegra como por arte de magia? ¿No es eso una presunción seudocientífica? ¿Y soy yo la «santera» por creer en la ley de conservación de la energía y ser admiradora de Grande Covián?
Dukan ya es un indeseable en Francia. Pero en España, con la que está cayendo y lo bobos (con perdón) que somos, no nos queremos enterar de que hay un señor que se está forrando a nuestra costa, vendiendo un producto supuestamente fraudulento digno de un gurú, más que de un médico (sin ánimo de ofender a los gurús), y que volveremos a caer en el mismo error en el que cayeron los norteamericanos en los años 70 con el Dr. Atkins. La historia se repite… ¡si nosotros lo permitimos!
De todas maneras, quiero agradecer al Dr. Campillo que me haya insultado y haya descalificado mi obra sin haberla leído, la cual escribí empujada por una profunda obligación moral, con intención de ayudar a otras personas a través de lo que a mí me ha ayudado. Gracias de corazón por recordarme el trauma que sufrí a los 13 y 14 años y las nefastas consecuencias fisiológicas que padecí tras practicar una dieta cetogénica, así como por ayudarme a rememorar a todas aquellas personas que han sufrido y sufren por culpa de estos fraudes. Algunas de ellas ya no están y tal vez se fueron con la eterna sensación de frustración y fracaso, porque no consiguieron sentirse individuos normales en esta sociedad, debido a la discriminación que siempre se ha hecho a los que tienen exceso de peso. Tantos y tantos dejándonos engañar por seudoprofesionales sin escrúpulos, que no quieren ver más allá de sus narices, mientras se llenan los bolsillos a costa del sufrimiento ajeno (da igual, luego irán a misa o darán una limosna a una ONG y lavarán su conciencia). Sinceramente, me ha dado un empujón de motivación para seguir adelante intentando, como le dije, ayudar a otras personas como buenamente pueda. No es fácil cuando no se tienen medios económicos, pero difícil no quiere decir imposible.