Elena Salgado acaba de desmentir a toda la parafernalia socialista en materia de política laboral, una vacua retórica que defendía el modelo de mercado laboral vigente en España a capa y espada, en el sentido contrario al sentido común, defendiendo nuestra rigidez e ineficiencia.
La Ministra de Economía ha hablado de dualidad del mercado laboral español, con trabajadores temporales y trabajadores indefinidos, con un exceso de los primeros en relación a los segundos, lo cuál genera precariedad laboral y baja productividad.
Sin embargo, se ha mantenido firme a la hora de hablar de despido, manteniendo las directrices de partido, negando la posibilidad de rebajar las indemnizaciones por despido, insistiendo que una reforma del mercado laboral no tiene porqué afectar a las condiciones de despido.
Pues bien, le acepto la mayor pero le niego la menor. Estoy plenamente de acuerdo con ella en que el mercado laboral español necesita una reforma urgente para luchar contra la precariedad y la baja productividad, generados ambos por la rigidez y por la temporalidad.
Pero no estoy de acuerdo en negar la reducción de las indemnizaciones por despido. Lo he dicho en repetidas ocasiones, y me reitero, un despido libre, debidamente compensado con políticas de formación efectivas, eliminaría la temporalidad e incrementaría la productividad del trabajo (no hay que olvidar que España tiene uno de los ratios de productividad más bajos de los países desarrollados).
Comprendo que plantear un concepto como el despido libre tiene un coste electoral grande, pero también debo exigir a mis gobernantes responsabilidad y pedirles que ejecuten su política en aras del beneficio del país y no en función de la rentabilidad electoral de sus actos.
Es de agradecer, sin embargo, que Elena Salgado haya convocado a la mesa de diálogo social para tratar la reforma del mercado laboral, porque una decisión consensuada entre las tres partes involucradas (sindicatos, empresarios y gobierno) sería lo mejor para el país.
