La “marea del ladrillo†ha borrado el tinte verde del paisaje en pro del simbolismo vertical de las ciudades.
La “altura†ha sido sinómino de poder en el devenir social del ser. Desde la antigüedad las construcciones han sido el reflejo fiel de las estructuras inmateriales del pensamiento. La arquitectura ha sido el espejo de la desigualdad. A través del lenguaje urbano, el arte ha retratado en sus edificios la lejanÃa de las élites polÃticas en comparación con las casas humildes del pueblo llano.
Desde los tiempos egÃpcios, los templos eran el reflejo del poder. La quietud ante el tamaño del coloso marcaba las distancias entre los faraones sagrados y el pueblo desprovisto de nobleza. Durante la Edad Media, las catedrales han reflejado “quién mandaba en el reino de los cielos†a través, de la altura de sus bóvedas y la lejanÃa de sus cruces.
La industrialización cedió la piedra a los proletarios y la verticalidad que era monopolio de los ricos pasó a ser el sÃmbolo de los “monos azules de la hacinada urbeâ€. Las viviendas plurifamiliares de la Gran Bretaña del XVIII se fueron extendiendo a occidente y se incrustraron en la idiosincrasia popular como signo de una clase media resignada a vivir en la verticalidad.
El ladrillo ha ido tapando la alfombra verde del paisaje. La limitación del espacio y la construcción exacerbada de los últimos años nos hace reflexionar sobre la crisis paisajÃstica actual. Los “rascacielos†han sido el sÃmbolo de la modernidad en la cultura occidental. La fórmula de ciudades altas retrata a los paÃses avanzados en detrimento con las construcciones bajas del tercer mundo.
Desde la indignación ante la desolación irresponsable del paisaje por parte de las máquinas acelaradas de la era capital, debemos solicitar a gritos el desarrollo normativo de la sostenibilidad como cumplimiento al imperativo constitucional.
La mentira de la “responsabilidad social corporativa†deberÃa convertirse en verdad y cumplirse mediante una polÃtica basada en una conciliación entre las “fábricas†y los “árbolesâ€.
La celebración del dÃa del medioambiente por parte de “la cadena sueca†junto con la tala indiscriminada de árboles para realizar armarios en formato “kitâ€;  nos hace poner los puntos sobre las Ães,  sobre la alienación maquiavélica del consumidor engañado.
La frivolización del discurso medioambiental por el primo de Rajoy, aquél que dijo que “el cambio climático no es importante†pone en evidencia la actitud de la élites conservadoras ante una subida ansiosa de  â€la marea del ladrilloâ€.
Abel Ros es profesor y autor del blog El rincón de la crÃtica