José María Fernández. Diarioliberal.com
La literatura, la buena literatura, lo dice Vargas Llosa en “La verdad de las mentiras” (Premio Nobel) nos hace vivir mundos más interesantes y menos mostrencos que el que nos ha tocado vivir en la realidad. La literatura, la buena literatura, lo sigue diciendo Vargas Llosa (Premio Nobel) molesta al poder porque hace que los hombres vean que hay otros mundos mejores y sientan la necesidad o la posibilidad de rebelarse contra el mundo estrecho, encorsetado, falto de libertades y controlado por el poder.
En España, en la España de Zapatero, la necesidad que tenemos de sublevarnos contra el poder omnímodo, contra el poder que nos lleva a la ruina, contra el poder que nos multa, contra el poder que nos controla es proverbial y cuando surge algún escritor con talento, valentía y reaños para hablar, como es el caso de Sánchez Dragó, es perseguido a muerte por los pesebristas y turiferarios del poder.
A Sánchez Dragó, con la disculpa de no sé qué escena erótica o de una relación con chicas jóvenes en Japón hace 43 años que aparece en su libro “Dios los cría…”, le están crucificando, le están llamando de todo. Están intentando convertirlo en un muerto viviente.
Es la historia de la España negra. Esto mismo sucedía con el sexo en las épocas de Franco y es que el PSOE que nos gobierna tiene los mismos “tic” autoritarios, de control y de exclusión de los críticos o de los que no piensan como ellos que había en tiempos del Generalísimo. “Quo usque tandem…”
En el Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes escribí un ensayo sobre literatura erótica (“La novela Deliciosa”) que tiene vigencia y que sirve para explicar qué es la literatura erótica y cuáles son sus límites. Entresaco algo de lo dicho allí para que el lector compruebe cómo lo de Sánchez Dragó es habitual en el género. Incluso diría que lo de Sánchez Dragó queda empequeñecido ante las muestras de la literatura erótica y que si mandamos a la hoguera a Dragó hay que prescindir de muchos de los mejores textos de nuestra historia de la literatura. Los censores del gobierno y del PSOE están tocando fondo y nos están tocando…
Escribía en el citado estudio que la literatura erótica se toma siempre con ciertas prevenciones y tenemos una tendencia a elogiarla o a despreciarla. Lo primero por quienes insisten en no perder la conquista de las libertades que tanta sangre ha costado a la humanidad y lo segundo por quienes sueñan con una vuelta al puritanismo y a la prohibición de la manifestación de la sexualidad. Allá unos y allá otros, pero el avance en la conquista y el uso de cotas de libertad cada vez mayores es imparable, aunque debería correr parejo con el avance en el respeto de los demás. Estas son las cuestiones que hay que armonizar.
Dicho lo que antecede, debemos recordar que la literatura erótica no se circunscribe a los períodos de decadencia, antes al contrario, ha florecido en períodos como el siglo de Augusto o el XVIII, el de las luces y la han cultivado autores cristianos como Ausonio sin el menor asomo de remordimiento o preocupación.
Lo preocupante en literatura no es el género, si es erótica o histórica, por ejemplo, lo preocupante en la mala literatura, la carente de ideas y contraria al espíritu crítico. Una novela policíaca puede incitar al robo, al asesinato o al cruce de disparos de pistolas en medio de la gran urbe; otra novela que exalte una determinada religión puede mover a los lectores al fanatismo, a la intransigencia y a la persecución de los que no profesen los mismos principios o creencias. Pero una y otra, lo mismo que la erótica, no se deben desterrar por el género sino por una mala literatura, acrítica y panfletaria. Aquí reside el “quid” de la cuestión.
Las novelas nos introducen en mundos soñados o deseados que nos transportan a regiones nuevas en las que el hombre es más feliz, más que en este mundo limitado constantemente por las barreras de lo real y lo que hace el lector es enterarse y gozar de esos mundos y situaciones, pero conservando siempre su libertad y su derecho a aceptarlos o rechazarlos como norma de vida o como intento para llevarlos a la práctica. Con la literatura erótica el lector sabe que existen aberraciones sexuales, con la policíaca que hay pistolas humeantes y sangre en las aceras, pero puede y debe rechazar de ambas lo que no le dignifique como persona.
La literatura erótica no presenta las limitaciones, las carencias, ni la verdad del erotismo, presenta situaciones desinhibidas con una sexualidad sin límites, hiperbólica e imaginaria; protagonistas y situaciones que colmarían una utopía sexual o erótica. No lo sencillo y limitado. Pero esa es la grandeza de la literatura, no quedarse en la arena del circo cotidiano. Y, la locura sería convertir a las novelas en guía y patrón del propio comportamiento amoroso o sexual. Que no son gigantes, mi amo, que son molinos, molinos de viento…
Y hasta aquí hemos llegado por hoy
A Sánchez Dragó los del partido del gobierno lo están crucificando no por lo que escribió sino porque viene diciendo las verdades del barquero y ellos temen el daño que les puedan hacer estas verdades porque se quedarían en cueros y sin pesebre.
Ya es hora de que el pueblo español deje de estar secuestrado intelectualmente. Ya es hora de que el pueblo piense y de que nos liberemos de estos que han traído paro, sectarismo y miseria.