Lo menos que podemos decir de la Sra. Ministra de Sanidad, es que con sus continuas polémicas en cada una de las decisiones que toma en su Ministerio, parece como si deseara hacer gala a su apellido “Mato”. Y me baso en las diferentes manifestaciones ante el Ministerio de Sanidad… En julio, un grupo de cientos de mujeres le decían: Ana Mato dimisión. Mata nuestros derechos, al excluir a las mujeres solteras de la reproducción asistida. También está el abandono de los emigrantes, al retirarles la tarjeta sanitaria… O el abandono de las personas dependientes, al pegarle un hachazo a las prestaciones. O el copago en las medicinas hospitalarias, que produce un efecto negativo en las personas mayores, con poco poder adquisitivo, que al no poder mantener el gasto disminuyen las dosis con el riesgo que conlleva.
Y ahora aparece el Á‰bola. Una pandemia que está causando miles de muertes en África… Indudablemente que los dos misioneros que fueron repatriados a España, dad su bondad al dedicar sus vidas a los que sufren, merecen venir a morir a su país. Merecían todo cuanto pudiésemos hacer ante tanto sacrificio humano. Pero cuando un político/a toma una decisión, antes debe valorar las consecuencias que puede provocar el trasladar una enfermedad que no se conoce, a nuestro país; algo que la Ministra ni sabe, ni entiende. Un profesional, entrevistado en TV, ha respondido: “Yo nunca hubiera trasladado los enfermos a España”.
Podría decirse que los dos sacerdotes hubiesen estado mucho más contentos si el enorme capital que ha supuesto su traslado a España, el aislamiento de los aviones, plantas enteras de Hospitales, trajes aislantes para los trabajadores (según los Sindicatos de seguridad 2, cuando en el resto de Europa utilizan de seguridad 4) se hubiese dedicado a crear un Hospital en el país de procedencia, que hubiese además servido para ayudar a aquella pobre gente a combatir la enfermedad.