Ciencia

Educar en positivo. Acompañando a nuestros hijos en su crecimiento

Uno de los mejores regalos que podemos proporcionar a nuestros hijos es una infancia llena de momentos felices. Que cuando sean mayores puedan recordar con añoranza y nostalgia muchos grandes momentos vividos en su infancia tanto en la familia como en la escuela y con los iguales… y que dichos momentos lo compartan con sus hijos, pareja y amigos. ¿Quien no recuerda una trastada, una fiesta de cumpleaños, una caída, celebraciones familiares…?

A ser padres no nos enseña nadie, es una de las tareas que se aprende día a día, a través del ensayo – error y en la que en determinadas ocasiones nos asaltan muchas dudas y confusiones. Por ello, os proponemos una serie de criterios pedagógicos fundamentales en el crecimiento y maduración de nuestros hijos, que nos ayuden a pasar de la preocupación a la ocupación, manejando de forma positiva y constructiva el desarrollo de nuestros hijos, recordando que educar es sembrar y que si se siembra de forma positiva siempre la planta crece, florece y da frutos…

Ser el mejor ejemplo, más que sermonear y dar argumentos. El niño se fijará en tus hechos mucho más que en tus palabras. Es lo que denominamos aprendizaje por imitación. Ser ejemplo de honestidad, valentía, cuidado de la salud y del hogar, pedir disculpas si se ha cometido un error, dar las gracias, ser bondadoso y amable, alegre y cordial, autodisciplinado, saludar y despedirse con educación, saber afrontar el fracaso con serenidad… En lugar de preguntar por qué ha hecho algo, preguntar qué ha ocurrido y permitir que vuestro hijo os explique los hechos antes de juzgar, ser comprensivos, escuchar con atención y preguntarle si habría habido otra forma de afrontar la situación. Y tener en cuenta que nunca podemos pedir algo que no hagamos nosotros.

niños sonrisa

Foto: Julie70

«Cuando yo tenía 5 años, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando yo fuera grande. Yo respondí «Feliz». Me dijeron que yo no entendía la pregunta, y yo les respondí, que ustedes no entendían la vida«. John Lennon

Cariño y amor constante. Es la base de una autoestima y personalidad equilibrada. Evitar reprender y corregir delante de otras personas. No gritar, decir las cosas con el máximo respeto, cariño y ternura posible. Si vamos a perder la calma, es mejor irnos y retomar más tarde, cuando estemos tranquilos y hayamos pensado como vamos a reconducir la situación. Decirle muchas veces lo importante que es para vosotros y acompañarlo de numerosas muestras de cariño: besos al comenzar y terminar el día, abrazos y caricias, miradas cómplices, guiños y sonrisas…

Disciplina, esfuerzo y exigencia. ¿Os imagináis conducir por carretera sin normas y límites? Sería un completo caos si cada conductor haría lo que le da la gana. Se trata de algo similar, nuestros hijos necesitan mensajes, límites y normas claras y proporcionadas a su edad. No podemos dar todo lo que nos pidan, las cosas se consiguen ganándolas, siendo conscientes de que cuestan esfuerzo y sacrificio. La disciplina y la exigencia siempre debe ir acompañada de amor y ternura, no podemos exigir a gritos, sin educación y perdiendo el control. También necesitan espacios y tiempos organizados: un tiempo para jugar, otro para estudiar, otro para ver para ver la televisión, para estar con la familia… siendo indispensable disponer de un espacio luminoso y tranquilo donde puedan realizar los deberes sin interrupciones y sin ruido.

Más que educar, acompañar en su crecimiento, lo cual implica ser constante a pesar de las prisas y del cansancio. Tener en cuenta que ellos son muchos más perseverantes e insistentes que nosotros, por lo que no podemos ceder y abandonar ante las primeras dificultades. Muchas veces sabemos cómo deberíamos actuar pero el agotamiento, las prisas y el cansancio nos hacen perder la constancia y la firmeza. Tener en cuenta que nuestros hijos conocen nuestros puntos débiles y si saben que a base de insistir van a conseguir lo deseado, no pararan. Por ello, es fundamental que a pesar del cansancio y la perdida de fuerzas, seamos constantes y firmes, intentando no perder la calma y llevando el timón y la dirección del barco.

Compartir tiempos y espacios de calidad. Es más importante la calidad que el tiempo disponible, asegurándonos que el tiempo que compartimos con nuestros hijos sea para ellos: prestándoles atención cuando nos hablan, jugando con ellos, viendo la televisión, comiendo juntos sin distractores en el ambiente como la televisión, siendo la comida o la cena un espacio para compartir en familia y repasar el día, interesándonos por lo que han hecho y lo que les ha ocurrido.

Aceptar incondicionalmente a nuestros hijos, con todas sus virtudes y defectos. No podemos proyectar en nuestros hijos lo que nos hubiera gustado que sean. Nunca comparar con otros niños. Cada uno es único y con un desarrollo evolutivo diferente.

Pedir a los hijos lo que pueden dar, en función de su etapa evolutiva y sus capacidades. No hacer las cosas por ellos, aunque para ello sea necesario más tiempo y más paciencia por nuestra parte. Dar autonomía y responsabilidades, fomentando su independencia y la toma de decisiones. Se trata de confiar en nuestros hijos aportando seguridad y motivación. ¿Recordáis como aprendisteis a andar en bicicleta o a nadar? La mejor manera de potenciar una conducta es confiando en nuestro hijos y aportándoles seguridad de que lo van a conseguir!

Alabanzas, elogios y refuerzos positivos. Valorar siempre los intentos y los esfuerzos que hacen nuestros hijos independientemente de los resultados. Poner el acento en lo que hacen bien e intentar pasar por alto lo que hacen mal. Para construir una autoestima sana es necesario que las personas de su entorno les reconozcan los éxitos y el esfuerzo realizado, potenciando más el rendimiento que el resultado. Elogiar conductas muy concretas: decirle que se ha portado bien es muy general y el niño no lo identifica correctamente. En su lugar le podemos reforzar diciéndole “muy bien por dar las gracias cuando te han ofrecido un caramelo”

Coordinación entre las figuras parentales. No cambiar de criterio ni de opinión de un día para otro. Cumplir siempre las promesas, buenas y malas. Mantener reuniones periódicas con la escuela y el tutor. Compartir entre la madre y el padre la satisfacción y el placer de educar y compartir los aprendizajes de vuestro hijo. Hablar entre vosotros para llegar a consensos antes de establecer criterios y normas con vuestros hijos. No delegar la responsabilidad de su educación a terceros como la escuela, los abuelos… los padres somos los principales agentes de socialización!

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.