LAS MIGAS DEL ALMUERZO
Tengo la sensación, y me lo confirma el dÃa a dÃa, de que esto de las efemérides fue inventado por algún lumbreras añorante de pasado, para remover nuestra conciencia colectiva temporal. Para que, como decÃa el slogan manriqueño del medievo, se nos “avive el seso y despierte contemplando cómo se va la vida, cómo se viene la muerte tan callando…â€
 Hoy hace un año, efemérides que transmiten por doquier, del terremoto que asoló HaitÃ, removiendo cimientos y entrañas. La pregunta, para estos casos, siempre viene a ser la misma. ¿Ya hace un año de aquello? Válgame. Pues sÃ. Como se pasa la vida. Tan callando. Y olvidando. Un año después de la tragedia los organismos de ayuda internacional siguen reclamando los socorros prometidos. Ya se sabe que los dineros tienen las patas muy cortas, aunque puedan llegar a volar en Transferencia Jet.
 Pero contra el olvido, tisana de cachiporra, que dicen, o de pupila en este caso: llevan soterrándonos, seguramente quitándose la culpa con nano-share, entre deuda pública y mourinhos alguna imagen del campo de refugiados chabolista en que se ha convertido el paÃs caribeño. A tal punto clama a los cielos, que han tenido que pinzar un nuevo slogan a la tragedia post-tragedia, con aquello de “No se olviden de HaitÃ, por favorâ€
 Asà son las cosas.
¿Dónde quedó Ruanda? ¿Dónde Chechenia? ¿Dónde la riada del RÃo Amarillo de la China? ¿Qué fue del tsunami de Tailandia? Todos ellos quedaron, perdonen la similitud, en agua de borrajas. Es tan patético el olvido que a dÃa de hoy preguntas por el tsunami y hay quien dice, cada en más franca mayorÃa, que sÃ, que fue una injusticia como pocas. Lo de que Karmele Marchante no pudiera representar a España en Eurovisión, claro.
 Y no hay que remontarse tanto. ¿Cómo andan en Écija y su rÃo subterráneo? ¿Cómo viven en el Sáhara Occidental? Todo vuela, todo corre. Todo se olvida porque caminamos tan deprisa que apenas tenemos tiempo de dejar huella y mientras una bala va sesgando el aire, otra ya se acoraza en la recámara, sin tiempo siquiera a escuchar el disparo de la primera. Esa es la sociedad que hemos creado.
 Mientras la malaria va haciendo su agosto de chabola en chabola, habrá que hacer otra canción pegadiza como aquel “ay amor ay Haiti†echa a retales rápidos. Hace justo un año, cómo pasa la vida, en que escribà el siguiente poema para dedicarlo en una gala literaria benéfica en la Universidad de Zaragoza a favor de la Cruz Roja en ayuda a los haitianos, organizada por la Asociación Aragonesa de Escritores, a la que nuestro querido director, d. Raúl Tristán, también acudió con su granito de arena.
 Que quede para los restos en estas migas,
Lo vi
Lo trajo de improviso la raÃz del tejado,
Una asonada, un temblor de labio, una natural descortesÃa.
Escombro, carne y tentetieso.
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No quiera el alma taparse los ojos
Ni mirar para otro lado indiferente,
Téngase por memoria de derribo las palabras,
Téngase por camino la esperanza,
que la vida se abre camino,
aunque a veces cueste mantenerla.
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Quieran los hombres, que no los dioses,
Dar alivio al cuerpo, alimento al pobre, medicina al alma.
Bien dicen que no hay futuro sin presente
ni presente nacido de la nada.
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Va mi grito, escaso,
que sirva acaso de cimiento
las palabras, lo sé, se las lleva el viento,
Quiera llevar las mÃas y reconforten,
Sirva de hucha y de conjuro,
De llamada y de simiente.
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Donde no llegue siquiera el silencio, llegue allà mi palabra.
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Porque está naciendo la Haità del futuro
y la tierra, a contratiempo, la está pariendo.
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 Todo se olvida, cierto. ¿Todo? Excepto la deuda pública española cuyo riesgo revisan cada mes. De eso nadie se olvida. Por qué será.
Lo dicho. Llegue allà mi palabra…