Lo que causa ahora preocupación -aunque no sorpresa- no es que aún existan personas que adoren al difunto general y su icono José Antonio Primo de Rivera que quieran celebrar esta conmemoración doble por ambas personalidades de otros tiempos delante de sus tumbas en el Valle de los Caídos, sino que hoy ya no es posible que estas personas se manifiesten libremente, pues al acudir al Valle de los Caidos con sus vestimentas particulares supone que por razones políticas y censoras se les impida el acceso al recinto. Se alega que es lo que dispone la Ley de Memoria Histórica, una ley destinada a tergiversar la historia de España y a amordazar a los que no piensan igual que sus autores. Foto: Vista desde el el monumento del Valle de los Caídos.
Los franquistas celebraron su última gran manifestación en 1984, cuando aún llenaron el Paseo de la Castellana con un millón de manifestantes, pero a partir de entonces decaía el número de asistentes a las manifestaciones del 20-N año tras año, mientras que los antiguos franquistas se integraron en la vida política democrática, entre otras cosas porque la mayoría ya no tenía edad para un activismo político y porque los jóvenes de entonces se darían cuenta que no tiene sentido desear la vuelta de un régimen que ya no tenía sentido en la década de 1980. Que se manifestaran los franquistas nunca ha supuesto ningún problema para la democracia española, como tampoco es ningún problema que otros se manifiesten a favor de la URSS, cuando ésta lleva casi dos décadas disuelta, que enarbolen banderas inconstitucionales anteriores a la dictadura de Franco o que erijan estatuas a Stalin o Lenin, como ha pasado en algunos municipios andaluces, en demostración del espíritu de libertad y democracia que viven algunos políticos andaluces del progresismo más rancio. Foto: Monasterio del Valle de los Caídos con hospedería.
Preocupa por tanto que este año el gobierno haya dispuesto controles de acceso al Valle de los Caídos para discriminar a los asistentes según el color de sus camisas o la forma de sus insignias. Preocupa que este mismo mes el organismo autonómico catalán de censura y limitación de la libertad de expresión del CAC (símbolo del radicalismo catalanista) haya decidido retirar las licencias a dos emisoras de la COPE y dos emisoras de Punto Radio (ABC-Vocento) por no compartir las ideas del catalanismo más radical representado por el tripartito nacionalsocialista y separatista de PSC, ERC e IU (IC-V) y no someterse al dictado ideológico en Cataluña. Preocupa que un solo juez pueda reabrir tumbas y heridas para volver a abrir un capítulo de la história que se suponía superado. Preocupa, en fin, el deterioro de la democracia española, que por tan buen camino iba hasta hace cinco años y que nunca en estos 30 años de democracia constituicional, 32 años de democracia efectiva y 33 años de democracia coronada había sufrido un acoso tan atroz y desmesurado como bajo el gobierno del peor de todos los presidentes del gobierno españoles de la democracia.
Si hay algo que conmemorar en este 20 de noviembre es la llegada de la democracia a España de la mano de nuestro augusto Rey Don Juan Carlos I, una democracia que debe garantizar a todos los ciudadanos su libertad de manifestar sus gustos y opiniones de forma pacífica y sin limitaciones o discriminaciones de ninguna índole, coincidan o no con el actual sistema democrático, porque en esto consiste la democracia. Otra cosa es que se intente derrocar el actual sistema democrático monárquico por la fuerza y mediante la manipulación de las mentes y de la opinión pública, convirtiendo la memoria histórica de todo un pueblo en la memoria histérica de un gobierno sectario que nos dicta lo que debemos pensar y decir. La Constitución de 1978.
Por la monarquía parlamentaria y constitucional
Por la democracia
¡Franco ha muerto!
(Stalin también)
¡Viva España!
¡Viva el Rey!