En España tenemos el sistema de trasplantes más sólido de Europa. Nuestra tasa de donaciones es la mayor del mundo con 35,3 donaciones por millón de personas, una barbaridad comparada con los 19 ppm de la Unión Europea, los 16 del Reino Unido y los 14 de Alemania. Los españoles somos solidarios y, aunque solo 48% declara que quiere ser donante, apenas un 15% se niega a donar los órganos de un ser querido cuando llega la hora de decidir.
Pero el éxito del sistema de donaciones español no radica solo en la buena voluntad de los ciudadanos, que es similar en todos los países de Europa, sino en el sistema de gestión de la donación.
El equipo del doctor Rafael Matesanz lleva más de tres décadas diseñando y gestionando un modelo que permite que toda la cadena necesaria para un trasplante sea fluida y no se rompa. Gracias a este sistema de gestión nuestra tasa de trasplantes no solo no ha decrecido estrepitosamente durante la crisis, como en el resto de los países de Europa, sino que ha aumentado.
¿En qué consiste este sistema tan excepcional? Pues en aplicar todo tipo de estrategias de gestión y de marketing que funcionan en otros ámbitos. Por ejemplo, para sortear la crisis en 2008, el equipo de Matesanz empezó un trabajo de Benchmarking y restructuración del sistema en el que ha invertido 4 años, y que obviamente ha sido un éxito. Se aplica también un estricto análisis de coste-beneficio, evitando los trasplantes superfluos. El equipo tiene una fina estrategia de lobbying con la que ha conseguido que no les disminuyan el presupuesto demostrando que los trasplantes ahorran dinero al Estado.
No invierten dinero en campañas de sensibilización ciudadana, lo que funciona es la red, invierten en formación de personal sanitario y en aquellas medidas que permiten que la red sea lo más operativa posible. Tienen un sistema depurado de análisis y presentación de resultados y un buen gabinete de prensa que vende historias de éxito.
¿Que tiene esto que ver con la lucha contra la pobreza? Pues todo. Los españoles somos solidarios. Cuando los sistemas de captación de fondos funcionaban nadie se preocupó por cuidar la red de trabajo, se diseñó un sistema de gestión disfuncional, que ahora no es capaz de sobrevivir. Las estructuras vinculadas en la lucha contra la pobreza deberían haberse enfrentado a la crisis priorizando, seleccionando, innovando y mejorando los sistemas de gestión. Cuando los fondos empezaron a disminuir, la reacción generalizada fue la queja, pero imposible trabajar en un sistema de rendición de cuentas y justificación del gasto público y privado.
El sistema de trasplantes español demuestra que se pueden tener unos buenos servicios sociales públicos y privados si se gestiona adecuadamente y aplicando estrategias de comunicación muy finas y muy reflexionadas en coste-beneficio. Esta certeza resulta un alivio y al mismo tiempo da un poco de vértigo. ¿A qué estamos esperando?
Lucila Rodríguez Alarcón
Periodista