La Archidiócesis de Sevilla ya no apoya la huelga. Nuestro gozo en un pozo. El otro día escribí por estas redes lo apasionante que se me antojaba que el Director General del Tinglado, o sea, Dios Todopoderoso se uniera a la huelga general como un obrero más. Ya ven. Me temo que tan solo se trató de un error de imprenta; andan a lo que se ve los ángeles algo confundidos con la linotipia de la Prensa Indenpendiente Celestial.
Supongo que el Altísimo, bíblicamente escarmentado por fariseos, madianitas y sodomitas (habitantes de Sodoma, no se me alteren), ha decidido, al menos, cumplir con unos servicios mínimos para con la fiel concurrencia. Me soplan que ha mandado a la Virgen María aparecerse el 29-S entre los cedros de la Moncloa, en versión Anunciación, con su túnica blanca y su mantón azul. También me han dicho en petit comité que el mismo Dios va a mandar a San Gabriel, arcángel de las Buenas Nuevas, para que explique a Zapatero que tamaña aparición no son las gaviotas del PP, por la manifiesta coincidencia de colores. Allá arriba lo tienen todo muy pensado, sí. Sobre el mensaje que la Virgen dará al presidente existen versiones contradictorias.
Que le va a recordar, por si lo hubiera olvidado, que para los pobres está reservado el Reino de los Cielos, y que mientras tanto, bueno sería tenerlos ocupados con aquello de “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
La segunda versión, me contaron mis contactos, es que Dios está pensando en mandar a Zapatero que construya un Arca: a ella deberá conducir dos animales de cada partido, macho y hembra los habrá de conducir, dos de izquierdas, dos de derechas y dos de centro. Luego hará sobrevenir sobre las tierras de España el Gran Diluvio. Ni cuarenta días ni cuarenta noches serán suficientes. No parará de llover hasta que en el interior de la barca, los animales de cada especie, según su género político, no alcancen un acuerdo. Si es de mínimos, no vale. Ha de alcanzarse el más absoluto de los Consensos. Sólo entonces escampará y les será anunciado el fin del Diluvio por medio de una gaviota blanca que traerá en el pico una ramita de laurel.
¡Ay! ¿dije gaviota? Perdonen la errata de linotipia. Quise decir paloma…
Yo, por si acaso, ya he sacado del armario el chubasquero, no sea que las apariciones en el jardín de la Moncloa vayan a resultar ser ciertas.