En su tiempo, Jimmy Carter afirmaba que sólo el comportamiento externo de un régimen era materia de interés directo para los EE.UU. En consonancia con su conocida displicencia por las desgracias de los pueblos sometidos a dictaduras represivas, Carter definía así su desinterés por aquellos gobiernos que saqueaban y asesinaban a sus propios ciudadanos en el ámbito interno, y no pocos de sus socios europeos aplaudieron sus palabras a pesar que estas declaraciones pueden haber sido uno de los mayores dislates escuchados en el Salón Oval a lo largo de la historia de la política exterior estadounidense. No creo ser irrealista aseverando que el carácter interno de un régimen finalmente determina su comportamiento externo. Un gobierno que internamente reprime a su pueblo tiene más probabilidades de ser agresivo y desestabilizador, éste es un concepto básico que maneja un alumno de primer año de la carrera de ciencias políticas, y hay varios ejemplos: el Irak de Saddam Hussein, el régimen de Haffez Al-Assad (hoy continuado por su hijo Bachar) en Siria entre otros vienen a ratificar esta realidad. Por tanto, no se puede menos que disentir con la visión del ex presidente Carter y manifestar preocupación por la actual política exterior del presidente Obama. No obstante, han sido varias las administraciones que hemos visto transitar luego de Carter y afortunadamente se pudieron ver cambios en los intereses estadounidenses de su política exterior que se inclinaron en favor de apoyar los ideales democráticos, y a todas luces, la doctrina Carter fue uno más de los tantos errores cometidos por el ex presidente. Pero en general y acertadamente el compromiso que luego encauzo la política exterior de los EE.UU. ha sido diametralmente opuesto a las ideas de Jimmy Carter.
En el mundo actual se debe ser pragmático en materia de relaciones internacionales. A mi juicio, las negociaciones diplomáticas con regímenes represivos deben estar justificadas por los resultados. En este sentido, la ecuación “costo-beneficio” en las conversaciones para lograr un compromiso real de parte del régimen iraní ha sido un innegable fracaso, aunque los EE.UU. y la Unión Europea no lo asuman oficialmente. Las ambiciones atómicas de Irán son muy claras y las infructuosas reuniones y diálogos con la diplomacia del régimen ha desenmascarado a funcionarios y representantes de Teherán en su incumplimiento en lo referente al dossier nuclear. Ello implica que los gobiernos europeos y estadounidense deberían moverse con inteligencia y responsabilidad, pues la amenaza que supone Ahmadinejad y su régimen no se agota en el escenario regional sino que va más allá de forma cada vez más contundente según transcurre el tiempo.
Se ha oído a no pocos diplomáticos decir que todas las opciones están abiertas cuando se trata de Irán, pero Europa y los EE.UU. no deberían ser tan ingenuos como lo han demostrado en el pasado en asuntos sensibles a la seguridad internacional, la solución debe hallarse por vías alternativas y no tomando decisiones tardías y erróneas producto del resultado frustrante de negociaciones estériles que trasunten en una acción militar contra Teherán.
Considerando los eventos de Túnez y Egipto, así como el escenario regional actual con revueltas menores pero no menos importantes en Yemen y Argelia, la administración Obama y la Unión Europea no deberían dudarque la Revolución Verde aparece con mucho, como la opción más viable para la promoción del cambio político en Irán, Hillary Clinton y los funcionarios de la UE deberían comprender que están ante “una oportunidad estratégica única e inmejorable para el cambio de régimen en Teherán”. Y aunque este cambio puede que no resuelva todos los problemas existentes entre Washington y Teherán <ya que algunos opositores iraníes apoyan el proyecto nuclear de su país> >, sin lugar a dudas ofrecería la posibilidad del establecimiento de un régimen más representativo, menos agresivo y menos vinculado al patrocinio del terrorismo regional e internacional, a la vez que más abierto al dialogo y compromisos que pudieran insertar nuevamente a Irán en el concierto internacional. Además de liberar a los ciudadanos iraníes de futuras desgracias a la que los expone la tozudez de su gobierno avanzando con sus intenciones nucleares.
Lo cierto es que para algunos gobiernos europeos y para el actual inquilino de la casa blanca, la idea de un cambio de régimen a través de la ayuda al Movimiento Verde iraní está contaminada por “sus propios complejos de la operación en Irak” y por lo que todavía hoy muchos en Europa denominan “ocupación”. Pero la elite política occidental debería saber que también existen alternativas y modelos de cambio a regímenes antidemocráticos como sucedió en Sudáfrica, donde la masiva presión internacional consiguió dar un vuelco sobre el apartheid y se logro cambiar el régimen con éxito, y ello sucedió como todo el mundo conoce, con ayuda y apoyo encubierto estadounidense a las ONG’s, los sindicatos y a la resistencia democrática.
Nadie discute que el modelo de Irak no debería aplicarse a Irán. Tal vez las dudas de Obama y la dualidad europea se basan en una sencilla pregunta: ¿Esta el Movimiento Verde iraní listo para tener éxito y establecer un nuevo régimen en Irán? Parte de la respuesta puede venir de las movilizaciónses de las que somos testigos en los paises árabes y de cuyos acontecimientos no deberíamos perder perspectiva, pues las multitudes que allí se observan no han tenido la experiencia revolucionaria que sí posee el Movimiento Verde y lo que éste simboliza supera en mucho a los movilizados en Túnez o Egipto. Por otra parte, los recientes llamados a la resistencia democrática para una nueva ronda de protestas masivas a partir de la semana próxima ya han sido confirmados por los grupos iraníes en el exilio.
Es evidente que hay señales de genuino movimiento revolucionario en Irán. La Revolución Verde se ha movilizado en las últimas horas en varias ciudades del país, más allá de Teherán y más allá de la clase media. Las fisuras están surgiendo dentro de las élites políticas y religiosas de Irán. Ante las movilizaciones masivas sin liderazgo ni ideas que vemos hoy en el mundo árabe, el Movimiento Verde se presenta como una verdadera corriente revolucionaria en la región y parecen resonar cada día con mas fuerza las palabras del ayatollah Hossein Ali Montazeri, quien antes de su muerte atacó duramente al régimen y criticó no sólo la «hipocresía de los juicios y las ejecuciones despiadadas del gobierno, declarando que ello dio lugar a que todo el mundo repudie a la justicia islámica, y también sus palabras en cuanto a negarse a que su país sea visto por el mundo como una amenaza regional por sus ambiciones nucleares, cuya negociación, según Montazeri estaban encabezadas por ineptos que dañaron con sus palabras y acciones a su propio pueblo.
Hasta ahora, los organismos de represión estatal <la guardia revolucionaria y el pasdaran> han contenido de forma brutal y sangrienta a la oposición en Irán. La Revolución Verde no dispone aún de una cooperación eficaz de parte de Occidente ni de la administración Obama, pero el movimiento supero los niveles de la clase media y las minorías iraníes oprimidas: los sunníes, kurdos, baluchis y los azeríes están moviéndose en dirección de acciones revolucionarias que parecieran ser inevitables para el régimen de Ahmadinejad. Aunque en años anteriores ellos fueron neutralizados de forma violenta, los manifestantes contrarios al régimen de los mullah hoy están preparando y planificando otros métodos que acompañen las masivas marchas que han llevado a cabo heroicamente en el pasado; sus tácticas están ampliadose para incluir huelgas y otros métodos para paralizar el régimen. Así lo indico a la prensa internacional el liderazgo de la resistencia en el exilio. Para sus líderes, la Revolución Verde esta lista para recuperar los valores de Irán y es claro que el movimiento ha mejorado la calidad de su organización, obtuvo mayor profundidad de conocimiento sobre métodos de resistencia y ha llegado a diversos grupos sociales y económicos del país que claramente no desean que Ahmadinejad comprometa su futuro con su aventura nuclear porque son concientes que acarrearía razonables y justas represalias no solo de Israel, sino también de EE.UU. y Occidente con una futura coalición militar contra Irán.
El pueblo de Irán necesita saber que no está solo. Es indispensable que el presidente Obama y la Unión Europea superen de manera creativa los complejos que manifiestan en su línea de pensamiento y que exponen con penoso simplismo en sus discursos “sobre las violaciones de los derechos humanos”, con ello ya no convencen a nadie, es tiempo de involucrase abiertamente y ayudar a los verdaderos demócratas a fomentar un cambio político para evitar y neutralizar el peligroso avance nuclear de un régimen que como ha quedado claro, no respeta a nada ni a nadie.
En otras palabras, en la lucha contra un régimen autoritario y represivo la estrategia que la ciudadanía debe quebrar, es precisamente la idea que el régimen desea perpetuar, me refiero a aquella que indica que los ciudadanos no tienen ningún poder, que están solos, que nadie les puede ayudar. Esta es la forma en que los regimenes dictatoriales tratan de controlar y paralizar no solo las ideas y la voluntad del ciudadano, sino de toda la población. Pero a mi juicio, la diferencia más importante que se manifiesta entre el régimen y el pueblo iraní es el conocimiento y la voluntad de la nación por un lado, y el desconocimiento y la posición pétrea del gobierno por otro. El régimen de los Mullah debería saber que a menudo una revolución parece increíble, pero que casi siempre esa es la visión que se tiene de ella justo antes “de que sea inevitable”.