Todo apunta a que el Banco Central Europeo existe, estar está, o al menos da ruedas de prensa y de vez en cuando lanza alguna recomendación, más o menos fundada y más o menos esencial, pero el hecho es que cuando se le requiere no está, alude enfermedad crónica para su incomparecencia.
Hoy hemos asistido a una nueva pantomima de poder del máximo organismo financiero de la Unión Europea. El Sr. Trichet, el mandamás, no ha dudado en avisar a todos los especuladores del «mundo mundial» que la eurozona responderá a sus ataques, y dicen las malas lenguas que todavía se oyen las risotadas por medio mundo.
Porque a los especuladores no se les amenaza con palabras, sino con hechos, y, hasta ahora, el Banco Central Europeo no ha dado ningún paso hacia adelante para zanjar el problema de deuda que azotó a Grecia, luego a Irlanda, y que ahora amenaza a España.
¿Qué podría haber hecho el Banco Central Europeo?
Algo tan sencillo como comprar deuda pública de los países, demostrando su validez y abaratando las primas de riesgo, que son el maná de los inversores en el corto plazo, capaces de vender su alma por un beneficio rápido y sin rastro, de esos que luego pagan impuestos.
Porque en ese aspecto, como en tantos otros, la Reserva Federal de Estados Unidos le ha tomado por la delantera, y aún reconociendo que su capacidad de acción es mayor que la del Banco Central Europeo, hay que reconocer que ellos sí se están mojando en la recuperación económica.
El BCE, por el contrario, aparece como una entelequia financiera situada por encima del bien y del mal cuya única finalidad real acaba por ser la fijación del tipo de interés para la zona euro.
Las crisis son oportunidades para mejorar la organización económica de las sociedades y mucho me temo que el Banco Central Europeo está perdiendo su gran oportunidad para dar un golpe sobre la mesa y mostrar a los países miembros de la Unión Europea que sí puede soportar el peso de la integración económica de la eurozona.
Una integración que cada día se hace más esencial y necesaria, la cuál iniciará la integración política a la que debemos tender si queremos pintar algo en el mundo globalizado de hoy en día, porque si seguimos con disputas nacionales y cumbres de fotografía poco futuro tenemos en esto del Euro.
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