Parece que el Banco Central Europeo está empeñado en no escuchar a nadie más que a su propia cantinela de ortodoxia financiera para seguir manteniendo los tipos de interés artificialmente elevados en una época que requiere precisamente lo contrario, unos tipos bajos para que la economía se pueda recuperar.
Especialmente en unos tiempos de debilidad de las entidades financieras que les está impidiendo conceder créditos tanto a particulares como empresas, y que ahora se verán más perjudicados aún por la decisión del BCE que provocará una mayor reducción en el flujo del crédito por culpa de la falta de liquidez que se provocará en el mercado.
Con ello la economía se regodeará en su permanente bloque y Europa seguirá a la zaga de la recuperación, viendo como Estados Unidos deja la crisis atrás mientras que aquí en el viejo continente seguimos sufriendo las consecuencias de nuestros propios actos y de la incapacidad del máximo organismo financiero para fomentar el crecimiento económico.
Y el problema es que con la llegada de Mario Draghi, el nuevo Presidente del Banco Central Europeo a partir del 1 de noviembre, todo seguirá por las mismas pautas de la ortodoxia más exacerbada, porque así lo ha anunciado en sus comparecencias y así se lo hizo saber al Parlamento europeo.
Por tanto seguiremos con una guerra preventiva contra la inflación, algo así como una guerra contra las armas de destrucción masiva, si me permites el paralelismo algo forzado, que condenará a las economías europeas a perder competitividad con respecto a sus más directas competidoras.
