En abril de 2006, justo hace ahora cuatro años, la sonda Venus Express de la ESA se insertó en su órbita alrededor de Venus. Desde entonces la nave no ha dejado de enviar información sobre este planeta gemelo de la Tierra, lo que ha permitido a la comunidad científica conocer mejor los secretos de su atmósfera asfixiante y el mundo volcánico que se oculta bajo las brillantes nubes del lucero del alba.
Entre los verdes pinares y encinares de Cebreros, un municipio abulense próximo a la frontera con Madrid, destaca resplandeciente la gran antena de 35 metros de diámetro de la Agencia Espacial Europea (ESA). Hasta aquí llegan las señales que la sonda espacial Venus Express envía desde un mundo muy diferente: Venus, un planeta volcánico desolado, cubierto por una atmósfera asfixiante de dióxido de carbono y donde la lluvia que cae es ácido sulfúrico. El resplandor de los relámpagos, cuya presencia han confirmado estudios recientes, hace aún más infernal al paisaje venusiano.
“Venus Express ha hecho importantes descubrimientos atmosféricos en los últimos años, como el dipolo atmosférico del polo sur de Venus, la estructura tridimensional de sus vientos o los movimientos en las capas altas de su atmósfera”, cuenta a SINC el profesor Agustín Sánchez Lavega, investigador del Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco, que ha participado en estos y otros estudios recopilados en la revista Solar System Research.
El equipo trabaja sobre todo con los datos que proporciona uno de los siete instrumentos de la sonda, VIRTIS (Visual InfraRed Thermal Imaging Spectrometer), con el que se ha registrado el movimiento en 3D de las nubes en un rango de altitud entre 45 y 70 kilómetros, además de detectar por primera vez en un planeta distinto a la Tierra la molécula hidroxilo (OH).
Con VIRTIS, junto a la cámara VMC (Visual Monitoring Camera) capaz de observar la luz ultravioleta, se han analizado unas marcas características que presentan las nubes venusianas, sólo visibles en esa longitud de onda. Se desconoce el compuesto químico que las genera. Astronomos del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) también trabajan con la información que facilita VERTIS.
Cuatro años en Venus
Todos los datos que envía Venus Express se reciben a diario en la antena de Cebreros y desde allí se envían al Centro de Operaciones Espaciales (ESOC), en Darmstadt (Alemania), aunque el centro de operaciones científicas de la misión y el archivo de datos se localiza en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) de la ESA, en Villanueva de la Cañada (Madrid).
“También usamos regularmente la antena de espacio profundo de la ESA en New Norcia (Australia) para realizar experimentos de ‘Radio Science’, y en ocasiones las de Canberra de la NASA”, comenta Miguel Pérez Ayúcar, ingeniero de Venus Express en ESAC. Aquí el equipo internacional de la misión ha organizado esta semana un encuentro para celebrar el cuarto aniversario de la llegada de la sonda a Venus, en abril de 2006.
Durante la reunión los técnicos e investigadores han destacado los últimos avances en el conocimiento del planeta, como los nuevos modelos que explican el fenómeno de la súper-rotación de la atmósfera venusiana (vientos huracanados mueven las nubes alrededor del planeta en cuatro días), las imágenes de alta resolución de los vórtices polares, la caracterización global de sus procesos atmosféricos o la confirmación de la existencia de vulcanismo reciente en su superficie.
Este mismo mes investigadores del Jet Propulsion Laboratory de la NASA han publicado en la revista Science datos que confirman la presencia de flujos volcánicos “de menos de 2,5 millones de años, incluso de unos 250.000 años», lo que en términos geológicos no es nada. Los científicos tampoco descartan que en la actualidad haya volcanes activos en Venus.
El planeta tiene más de 100.000 volcanes, de los cuales 200 son de un diámetro superior a los 100 km. La mayor parte de su superficie está cubierta de lavas y rocas volcánicas relativamente jóvenes, de entre 200 y 800 millones de años de antigÁ¼edad.
Relajación volcánica horizontal
“En algunas regiones (Beta-Atla-Themis) hemos observado el fenómeno de la relajación horizontal (volcanic spreading), que se había descrito para volcanes terrestres como el Etna, pero lo hemos planteado por primera para volcanes en Venus”, explica a SINC Iván López, investigador del Área de Geología-ESCET de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), que ha utilizado los datos de la sonda Magallanes de la NASA para publicar un trabajo sobre este tema en la revista Icarus.
Las implicaciones de la relajación horizontal en la evolución de los volcanes “son de gran importancia, ya que se ha planteado que este fenómeno es fundamental en el control de la evolución estructural del edificio volcánico y en su posible colapso”. En el caso de Venus se ha observado que cerca del 80% de los volcanes con tamaños comprendidos entre 20 y 100 km presentan evidencias de colapso, por lo que la posibilidad de que estos edificios estén sufriendo relajación horizontal puede ser relevante en su evolución.
Otro equipo de investigadores de las universidades de Huelva (UHU), Complutense de Madrid y el Centro de Biología Molecular (CSIC-UAM) también acaba de publicar en Icarus un estudio geológico sobre Lavinia Planitia, una de las principales regiones de las tierras bajas o «lowlands» de Venus. El trabajo puede ayudar a comprender la evolución tectónica del planeta, uno de los principales enigmas a los que se enfrenta la comunidad de geólogos y geofísicos planetarios.
Movimientos como en la Tierra
Los resultados del estudio indican que los cinturones de deformación (extensas zonas replegadas y fracturadas de las tierras bajas venusianas) muestran los síntomas inequívocos de haber sufrido movimientos laterales, así como de acortamiento y extensión cortical muy parecidos a los terretres.
“Hasta ahora los desplazamientos laterales de grandes bloques corticales habían sido tenazmente negados para planetas que no fueran la Tierra”, subraya Carlos Fernández de la UHU, “y este descubrimiento revela que deben de existir grandes zonas de debilidad en la corteza de Venus, reactivadas con posterioridad a los grandes episodios de actividad volcánica global («resurfacing») de hace unos 500 millones de años, lo que nos estaría hablando de la tectónica venusiana previa”.
El episodio de renovación catastrófica que cambió la superficie de Venus hace 500 M. a. se suele dar por supuesto, pero otro trabajo publicado este mes en Geology por el geólogo Ivan López de la URJC lo pone en entredicho. El investigador, junto a un colega de la Universidad de Minnesota-Duluth (EEUU), ha elaborado un mapa global con la distribución de un tipo de terreno (ribbon tessera terrain) de los más antiguos del planeta.
El mapa señala que entre un 33 y 50% de la superficie de Venus está compuesta por materiales anteriores a ese supuesto episodio de «resurfacing», y que estos terrenos “muestran una historia geológica muy rica que puede ayudar a comprender mejor la evolución de los planetas terrestres”.
Los científicos continúan analizando las condiciones que se ocultan bajo las espesas nubes de Venus con los datos que aporta Venus Express (los técnicos de la ESA sopesan probar una técnica arriesgada de “autofrenado” para observar todavía con más detalle), así como con la información almacenada de misiones anteriores, como Magallanes o Galileo, que -rumbo a Júpiter- también sobrevoló el lucero del alba, nombre que recibe la brillante Venus desde la Tierra.
Los dos planetas, tan diferentes, se consideran gemelos por su tamaño y proximidad al Sol. En sus comienzos no fueron muy diferentes, pero algo sucedió en Venus para crear su espesa y gigantesca atmósfera de dióxido de carbono, que genera un efecto invernadero inmenso que impide cualquier atisbo de vida. Toda una lección para el hermano terrestre.