Ahora le ha tocado el turno nada más y nada menos que a Jens Weidmann, presidente del todopoderoso Bundesbank. El cortesano del Banco Mundial viene a dar lecciones en una entrevista que publica, recientemente, el diario “El País”, y a la pregunta de su opinión acerca del nuevo partido Podemos, que defiende una auditoría de la deuda externa, el capo de la cosa económica germana señala que: “Dejar de pagar la deuda no es un símbolo de fortaleza. Supondría riesgos muy importantes que dañarían la economía y que podrían cortar el acceso al mercado de capitales …/… Además, si un país decidiera no pagar parte de la deuda, sería difícil que contara con la solidaridad del resto de países”.
Curioso que enarbole esta afirmación alguien que pertenece a un país que tras ser el mayor moroso europeo de la historia, debe de conocer que el milagro económico alemán empezó con la condonación de su deuda en el siglo XX (tras otros seis impagos de deuda externa entre 1683 y 1850).
“Tras el Tratado de Versalles (1919), la Alemania perdedora de la I Guerra Mundial fue condenada a pagar reparaciones de guerra a los aliados por valor de 226.000 millones de marcos de oro, una cifra imposible, fijada con el fin de castigar a la belicosa nación …/… Pero la situación para Alemania se hacía insostenible …/… así pues, en 1930 (Plan Young), esa ingente obligación de pago quedó formalmente reducida a la mitad (112.000 millones). En 1932, (Moratoria Hoover y Negociaciones de Lausanne) Alemania consiguió una reducción neta de más del 98% de las deudas …/…cuando pone en marcha la segunda guerra, la Alemania de Hitler suspende unilateralmente todos los pagos, incluido el de este 2%. Acabada la II Guerra Mundial, la historia se repite: Alemania es condenada a pagar cuantiosísimas indemnizaciones de guerra, pero, en el célebre Tratado de Londres (1953), los EE.UU., deseosos de convertir a la nueva Alemania federal en un pilar de la OTAN frente al bloque soviético, consiguen «convencer» a veinte países –entre ellos Grecia– para que accedan a una condonación «de facto» de todas las deudas alemanas derivadas de la Gran Guerra.” (Del blog del profesor y helenista Pedro Olalla).
El Méjico del Presidente Juárez (1861) produjo el impago total de la deuda contraída con EE.UU., Francia, Inglaterra y España; en 1898 la Cuba liberada rehúsa el pago de la deuda adquirida con la corona española, contando con el visto bueno de EE.UU; en 1918 el Soviet no pagó la deuda rusa de los zares con EE.UU. e Inglaterra, y la gran Alemania (¡oh, la excelsa Alemania!) siguió la estela de los impagos (1939 y 1953) dejando a sus acreedores en la cuneta.
A pesar de estos incontestables ejemplos, los actuales poderes fácticos se empeñan en identificar al “coletas” y a sus gregarios con la encarnación del Anticristo, el Leviatán del 15-M, y sus propuestas el camino directo al averno y a las tinieblas. Su programa, según los meapilas de Wall Street o los lacayos del FMI, no es más que un compendio de augurios tenebrosos, el misal negro que nos llevará hasta los abismos del averno.
Claro que cuando uno rasca un poco en la historia, encuentra que lo que Pablo Iglesias y su partido proponen no es ni más ni menos que lo que defendió Andrew Mellow (Secretario del Tesoro de EE.UU.) en 1938 tras el impago total de la deuda aliada con EE.UU., bajo el auspicio de la Comisión de Deudas de la Guerra:
“La insistencia en el cumplimiento de un convenio que supere la capacidad de pago de una Nación le serviría de justificación para negarse a cualquier arreglo …/… Es indispensable que el arreglo sea justo para ambos países, pero no sobre el sufrimiento económico de su pueblo. Queremos insistir en que las cláusulas imposibles están propiciando, en última instancia, que los países repudien en forma completa la deuda”.
A ver si nos vamos aclarando. Pues eso.