En estos momentos, la preocupación sobre la situación española ya está en boca de todos los ciudadanos. Se respira inseguridad por los cuatro costados. La fiabilidad de los mensajes emitidos a través de TV y sus protagonistas, incluido el mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sobre lo que verdaderamente esta ocurriendo en nuestro país, es altamente cuestionada. Entrar en un banco, comienza a producir una sensación desagradable. A estas alturas de la película, pretender seguir administrando la información con pequeñas dosis y seguir fomentando la política del silencio aconsejada por el sempiterno y amortizado Pedro Arriola, constituye un despropósito. Se puede actuar con prudencia pero cuando el país se encuentra desconcertado, entre otras razones por la carencia de la citada fiabilidad y en permanente contradicción entre lo propios miembros del Ejecutivo, que tanto perjudican a la credibilidad gubernamental, es una clara demostración de que las cosas no se están haciendo correctamente. Cuantas veces se habrá arrepentido Rajoy de no haber tomado muchas de las decisiones que se están adoptando ahora, mal recibidas, peor explicadas y a trompicones. Seguir defendiendo las bondades de nuestras entidades financieras, unido a la perniciosa corrupción, ha producido más daño que la denostada “burbuja inmobiliaria”. Nuestra “BB” (Bomba Bankia), así bautizada por el erudito Tomac de Varelokivich, va explotando con efecto retardado y unos plazos totalmente imprevisibles.
Sobre la “prima de riesgo”, ese miembro tontorrón e incordiante existente en todas las familias, en nuestro caso ya ha sobrepasado con creces la barrera de los 500 puntos. Dado que hemos superado a Italia y hace mucho tiempo a Grecia, nos han dejado “solos ante el peligro”. Somos una nación de lo más original. Aprovechamos un partido de futbol para ponernos a parir, insultando y degradando nuestros símbolos de identidad como son el himno y la bandera. Aunque aquí no se les otorgue la consideración debida, en el exterior supone un claro síntoma de descomposición, tal como ha sido publicado en medios internacionales. Semejante comportamiento es inadmisible en cualquier país, y sin duda, nada dice a favor de nuestra seriedad como Estado democrático y en otros aspectos.
Para Bruselas, BCE y demás organismos, nuestras reformas pueden parecerles maravillas, todo un tratado cargado de buenas intenciones; su duda estriba en la forma de materializarlas. No recelan de los textos. Escenario y contenido son perfectos, pero los actores, un verdadero desastre. Ejercemos de campeones prometiendo y nos perdemos en el cumplimiento. Considerar que en Europa tienen la obligación de socorrernos es un error. Actualmente estamos en la etapa del “propósito de la enmienda” y tenemos que pasar al de “satisfacción de obra” y es ahí donde fallamos. Con esta forma de actuar seremos incapaces de comunicar tranquilidad y confianza a los mercados. Aliviar tensiones con nuestros antecedentes y comportamientos es imposible.
Cuando no se habla claro y con argumentos sólidos, la desconfianza crece en progresión geométrica que es lo que está sucediendo en España. Desde que el Gobierno le dio la cuenta a Rodrigo Rato y contrató al “Mago Goiri”, cuyo sueldo todavía ignoramos, lo cierto es que no han dado una en el clavo.
En cuanto a la oposición con Rubalcaba a la cabeza poco se puede esperar. Aunque fuese lo último que realizase y con tal de alcanzar el poder, sería capaz de todo instalado en las trastienda. Ahora prepone y defiende que la iglesia pague el IBI; a este paso, mañana la emprenderá los comedores de “Cáritas”…¡¡Tiempo al tiempo!!
Tras leer cientos de artículos y ver cantidad de tertulias en TV, lo único que nos queda claro es una desconcertante ignoracia sobre lo que está ocurriendo en España, propiciada por la intolerable opacidad gubernamental, y así nos va….