A pesar de que todo apunta a que el Gobierno está tomando las medidas adecuadas, la economía sigue sin ser capaz de generar empleo, algo que se podía prever porque el empleo es siempre la última variable que termina por recuperarse tras una crisis económica, aunque, claro está, existen formas de dinamizar este proceso de creación, unas formas que no se están tomando.
Por culpa de la actitud rígida y fundamentada en ideologías pretéritas totalmente obsoletas, los sindicatos siguen paralizando el avance de la regulación laboral de este país hacia una manera de entender las relaciones laborales más moderna y adecuada a los tiempos, sin empresarios malvados y trabajadores oprimidos, sino empresarios que buscan su beneficio y empleados que buscan el suyo.
En ese sentido se sigue echando de menos un plan de ajuste arriesgado, capaz de generar empleo facilitando a los empresarios la posibilidad de contratación a costes justos, sin ataduras de medio-largo plazo que, a día de hoy, nadie puede garantizar debido a la inestabilidad económica general.
Ello está provocando que empresarios con necesidad y capacidad de contratación, se estén limitando a mantener sus plantillas, forzando el trabajo de éstas, ante el temor de que la situación pueda retornar a como estábamos un par de años atrás y estar condenado por los contratos que se firmen en el día de hoy.
Porque la contratación temporal no es más que un parche que hace más daño que soluciones aporta, porque condena a los trabajadores a la inestabilidad laboral de por vida. Ya va siendo hora de que un Gobierno se atreva a poner las cartas sobre la mesa y abogue por el despido libre, debidamente compensado con planes de acumulación de prestaciones y permanente formación recicladora.
Hasta que ese momento llegue, seguiremos viviendo en un entorno nada favorecedor para el empleo, con trabajadores acomodados, desempleados llenando las oficinas del INEM y empresarios ahogados por las deudas.
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