El ir y venir de los que dicen representarnos a los ciudadanos sin que les importemos realmente más de lo que le importa a una lombriz la vida de un árbol cuyas raíces está devorando, parece un desfile de elefantes, ratas y ratones muertos que antaño moraban en los parlamentos nacionales de sus países hasta que se desgastaron y quemaron políticamente para vivir ahora de las prebendas de un nuevo feudalismo financiado a costa de los esfuerzos de los nuevos serviles para costear el lujo de una torre de Babel no sometida a control democrático alguno.
Las elecciones de ayer han demostrado que los ciudadanos europeos muestran un escaso interés por sus instituciones europeas y les es indiferente ser gobernados por personas a las que no eligen, mientras creen en un espejismo llamado parlamento con atribuciones casi exclusivamente decorativas.
Los que han ido a votar optaron por los mismos partidos que fomentan la continuidad y el afianzamiento de un régimen feudal moderno. La constante caída de la participación no parece preocupar realmente a los elegidos, cada vez menos legitimados para seguir adelante con una Unión Europea que nada tiene que ver con lo que los ciudadanos demandan y que la desaprueban con su abstención. Nada importa que en algunos países la participación apenas sobrepasa el 25%. Y cuando aparecen críticos con el sistema, los grupos del poder fáctico se encargan de descalificar a los partidos como ultraderecha, racista o ultraconservador, nunca reparan en la ultraizquierda ni en el mal funcionamiento de la Unión que lleva a mucha gente a votar a opciones con planteamientos novedosos o radicales, labor en la que participa con entusiasmo la prensa y la televisión al usar un lenguaje lamentable, intolerante y desalentador que no hace sino reforzar la sensación de impotencia que pueden sentir los ciudadanos.
Ese podría ser el objetivo de los poderes fácticos, ya que la no participación ciudadana en las decisiones tomadas en Bruselas facilita las cosas a los que no quieren que les controlen o digan lo que deben hacer. Hace tiempo que no elegimos realmente a nuestros gobernantes, nos hacen creer que los elegimos, mientras que éstos están cada vez más presos entre las garras de los que mueven los hilos. Y tal vez sin ser conscientes de ello, en la penumbra actúan algunos sectarios para impedir que prospere cualquier movimiento alternativo movido por el entusiasmo y la ilusión de los ciudadanos honrados, ninguneado por los medios controlados por los hombres grises en la sombra.
Sea como fuere, mientras podamos no debemos sucumbir ante la implantación de un régimen orwelliano, aunque esta nueva legislatura europea se le parece un poco más. Adelante, ciudadanos, no cesemos en nuestros esfuerzos por un mundo mejor, aunque parezca imposible.
vía El desfile de los elefantes muertos – Occidente a la Deriva.