Es usual en estos días observar como desde la “realpolitik” se trata de argumentar y defender las acciones de dictadores y opresores de sus propios pueblos. Pero lo concreto y real es que los ciudadanos explotados y oprimidos no tienen otros medios más que movilizarse pacíficamente para exigir sus derechos. Esta defensa ambigua y de falsa moral de ciertos dictadores, se desvanece cuando el opresor envía sus fuerzas armadas y de seguridad contra aquellos cuyos derechos están siendo arrasados, y a pesar de ser encarcelados, asesinados y torturados buscan defenderlos y reivindicarlos a través de su valiente lucha mas allá de las grandes dificultades que deben sortear para liberarse de tales crueldades.
Lo cierto es que la “primavera árabe” nos esta mostrando desnudos a quienes han vociferado hasta el hartazgo en la defensa de los derechos humanos y hoy se los ve sumidos en un impúdico silencio que da por tierra con cualquier posición que pretendan defender. Aquellos que apoyan a Bachar al-Assad, claramente están contra los derechos civiles y humanos del pueblo sirio a pesar que panfleteen su apoyo a ese pueblo en lo que constituye un acto dual e inmoral. Esto es exactamente lo que está sucediendo dentro y fuera de muchos países árabes donde todos los regímenes, sin ninguna excepción, constituyen una ilegitimidad impuesta a la voluntad de sus pueblos a través de la fuerza y la represión.
Desde no pocos sectores en Occidente hemos escuchado y leído que muchos se oponen a decir basta al presidente Assad, pero sus grandilocuentes manifestaciones y comunicados pidiendo y festejando la caída de Mubarak en Egipto, Saleh en Yemen y Khadaffi en Libia no han faltado en su momento. La pregunta es ¿Por que tantos en Occidente han pedido por los derechos de Túnez, Egipto, Yemen y Libia pero mantienen un inmoral silencio respecto de los derechos humanos del pueblo sirio? ¿En que quedamos? Es poco creíble que alguien pretenda apoyar la libertad al tiempo que ofrece apoyo a un dictador y a su aparato represivo. La ilegitimidad nunca puede legitimarse, no importa cuáles sean las razones que se esgriman en el intento espurio por hacerlo. La ilegitimidad tiene una característica esencial de ilegalidad que no permite ser legalizada y es un acto absolutamente infame e incorregible.
Todas las partes involucradas en las movilizaciones árabes, Oriente, Occidente, los partidos políticos, las ONG’s e instituciones comunitarias y aquellos individuos que están ocupados abogando como defensores de regimenes dictatoriales deberán asumir un costo político y serán responsables y despreciados de cara al futuro por sus actos y manifestaciones de apoyo en favor de los opresores. Nunca hay una justificación para una dictadura y ninguna circunstancia debe ser utilizada para justificar el terrorismo de Estado y las violaciones a los derechos humanos sobre ningún pueblo o grupo étnico y/o religioso.
Rara vez las revoluciones logran plenamente sus metas y objetivos, pero eso no significa que no debemos dar a las masas la oportunidad de aprender de sus errores en el intento por restaurar una apariencia de dignidad para ellos y sus conciudadanos. Aquellos que abogan por una mayor represión del pueblo sirio son personas e instituciones patéticamente imbuidas de fanatismo ciego. ¿Cómo se puede exigir y declamar la libertad y los derechos para si mismos y al mismo tiempo apoyar la injusticia y la represión de los demás? ¿Por qué consideraban regímenes ilegítimos a Mubarak y a Ben Ali en Egipto y Túnez y no al régimen de Assad en Siria?
Obviamente estos sujetos fundamentan su apoyo en la ideología perimida y obsoleta que defienden. Pero lo concreto es que no hay nada, absolutamente nada, que pueda justificar una dictadura, pues toda deformación autoritaria y violenta del ejercicio del poder político se basa en el principio de que los ciudadanos no tienen derechos ni voz en la determinación de su bienestar y su futuro, en consecuencia los déspotas se arrogan decidir por ellos lo que es bueno o malo.
No hay que descartar que la actual primavera árabe pueda caer de bruces y reemplazar los regimenes autoritarios con períodos de incertidumbre e inestabilidad, pero es mejor tropezar mientras se aprende a caminar que estar atado a un limbo colectivo inducido y controlado por un amo de esclavos. Puede que no todas las movilizaciones en el mundo árabe tengan éxito en su cometido, pero una cosa es clara y no se puede negar: “Las masas árabes se levantarán tantas veces como sea necesario para ser libres. No habrá tirano, dictador o represor que detenga ese camino. El tiempo en que los pueblos árabes vivan bajo dictaduras, democracias simuladas y vacías de contenido o monarquías con falsa imagen parlamentaria, está agotado.
Lo que se observa en Oriente Medio no es otra cosa que la manera y el modo en que la historia de los pueblos se desarrolla y avanza. No habrá ningún Ali, Saleh, Assad, Mubarak, Khaddafi o ningún rey, emir o sultán que pueda interponerse en su camino. Solo es cuestión de tiempo.