Para quienes creemos en el diálogo, que es escuchar al otro sin interrupción, respetando su posición y esperando que el interlocutor haga lo mismo, no podemos dejar pasar por debajo de la mesa la decisión de Arabia Saudí, España y Austria de crear un centro interreligioso.
Yo sostengo que la paz del mundo, en muy buena medida, pasa por el diálogo de las tres grandes religiones monoteístas existentes: la judaica, la islamista o musulmana y la cristiana. Un diálogo que tiene que ser permanente.
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI han caminado en esa dirección y sus diálogos han sido en lo interno del cristianismo entre católicos y hermanos separados, en el ecumenismo y en sus relaciones con otras religiones, personas de buena voluntad y con ateos o marxistas.
La decisión del pasado 13 de octubre, que ubica al Vaticano como observador, tiene efectos trascendentes, no solo en el ámbito religioso, también para con los gobiernos que rigen al orbe, que deben prevenir y evitar conflictos a través del diálogo, la tolerancia y relaciones con mas cooperación y paz. Son valores para la entera sociedad global inmersa en conflictos de toda naturaleza que mantienen en vilo la tranquilidad de todos los habitantes que plenan la creación de Dios: La Tierra.
“Centro Rey Abdalá bin Abdelaziz para el Diálogo Interreligioso e Intercultural” es el nombre del reciente organismo de personalidad jurídica internacional, que tiene por cimientos lo aprobado en julio de 2008 en la Conferencia Mundial sobre el Diálogo en Madrid y donde se propuso crear un marco para el diálogo global para “respetar la dignidad humana y promocionar los derechos humanos y la paz”.
La falta de libertad religiosa en Arabia Saudí, donde se practica el wahabismo, una corriente del islam muy rigorista, me lleva a aplaudir muy sonoramente el paso dado por este país que, quizá, esté actuando inteligentemente ante la llamada “primavera árabe” y quiera evitar los efectos de ésta. Recién acaba ese país de aprobar el voto femenino.
La decisión es saludable para establecer una relación más abierta entre el mundo árabe y el mundo occidental.