Más de 640 millones de personas en el mundo se han beneficiado o se benefician de microcréditos. De ellos, el 93% tratan de sobrevivir a la extrema pobreza, y muchos lo consiguen gracias a estos pequeños préstamos. Tras la destitución de Mohammed Yunnus del Grammen Bank por cuestiones poco explicadas, los microcréditos han vuelto a estar en el ojo del huracán. Los detractores del “banquero de los pobres” y de su sistema dicen que Yunnus desvió fondos y que los intereses eran demasiado altos. “Estaban chupándoles la sangre a los pobres en nombre de luchar contra la pobreza”, explicaba la primera ministra de Bangladesh, Sheik Hasina Wazed. Sin embargo, ocho millones de familias de ese país han podido acceder a microcréditos y mejorar su situación familiar.
La banca privada siempre ha dicho que los pobres no son un mercado rentable. Que cuesta lo mismo dar un préstamo de 10.000 dólares que de 100, pero que los beneficios que deja por prestar una u otra cantidad no tienen nada que ver. Además, sobre los más pobres siempre queda la duda de si serán capaces de pagarlo o no. Por todo ello, el acceso a un crédito era una tarea imposible para los más necesitados. Para acabar con estos tópicos, Mohammed Yunnus creó el Banco de los Pobres. Y como él, nacieron iniciativas en muchos países con el fin de que las personas con menos recursos pudieran tener una oportunidad de salir adelante con su propio esfuerzo. Para Brasil, por ejemplo, este tipo de iniciativas ha supuesto que la calidad de vida haya mejorado mucho y existen más de 300 bancos que ofrecen microcréditos a los más desfavorecidos. El Banco Pérola, en el este de Sao Paolo, ha ayudado a 50 familias que han podido acceder a un crédito con un interés bajo. Este banco lo puso en marcha una joven de 25 años, Alessandra Franca, que explica que 200 dólares pueden marcar la diferencia.
Salomón Raydán, un venezolano con un máster en la London School of Economics, ha dado un paso más allá para que los más pobres puedan acceder a créditos que ayuden a sus negocios. En este caso, son las personas con pocos recursos quienes podrán crear grupos de créditos para autofinanciarse. Son los Bankomunales. Puede sonar algo extraño de entrada, pero Raydán lo está consiguiendo. El mayor problema de los más pobres, explica, no es la falta de ingresos, sino la irregularidad de éstos. A veces, hay algo de dinero y otras no. Con este sistema de grupos de crédito, todos los miembros del grupo pueden acceder en el momento que más lo necesiten. Al principio, todos aportan una cantidad para generar un fondo. Después, si se necesita, cualquiera puede obtener prestada una cantidad y devolverla mensualmente. Así, el dinero está en continuo movimiento. Como sabemos, el dinero llama al dinero. Y lo mejor, es que ese dinero se queda en la propia comunidad para generar nuevas oportunidades para sus miembros. Entre ellos, nace un espíritu de solidaridad, amistad y ayuda que va más allá del mero hecho del préstamo. Se convierten en una comunidad donde el bien de todos está por encima del individual.
El sistema financiero está corrupto. La especulación y los beneficios para los grandes accionistas han dejado de lado el fin social que los bancos y las cajas de ahorros cumplían en sus inicios. Hoy, los bancos son instituciones con mala fama ya que sus prácticas se acercan cada vez más a la usura (pecado capital). El dinero hoy sólo parece servir para acumular riqueza. Sin embargo, esa riqueza “debería utilizarse para generar capital social”, como explica Raydán. No podemos permitir que en un mundo global nos olvidemos de que las personas son las que generamos ideas y progreso.
Periodista