Lo primero que pone los pies en polvorosa. Faltaría más. Con la crisis, la incertidumbre, el gobierno títere que nos rige, y la posibilidad de colapso de la zona euro, los dineros huyen. Corren que se la pelan. Tonto el último. A puertos – o bancos – más seguros.
La oscuridad sobre las cifras que han salido de España buscando la seguridad de las cámaras acorazadas alemanas, francesas, británicas o suizas nos impide asegurar nada. Pero los más pesimistas hablan de cantidades cercanas al 50% de nuestro PIB. Los optimistas, por encima del 20%. Si lo comparamos con Italia, donde sí que tenemos cifras, ganamos por goleada. A ellos sólo se les han escapado un 15% de sus pasivos. A quienes les guste la historia, en especial la económica, pueden comparar la situación con la de otros descalabros, como la pasada crisis asiática y la fuga del 23% del PIB de Indonesia. O también con nuestra transición. Siquiera entonces el dinero se mostró tan cobarde.
No obstante, y más allá de las cifras y las comparaciones. Odiosas, lo sé. Debemos atender a una noticia – rumor que corre los últimos días por internet –. La aplicación de la emergency liquidity assistance, más conocida en el argot como ELA. Se trata de un mecanismo de inyección rápida de liquidez a entidades financieras que no disponen del efectivo suficiente para enfrentar sus obligaciones con sus clientes. Dicho en cristiano: que los bancos no tienen para abonar al dinero que sus clientes retiran y el Banco de España, a espaldas del BCE, inyecta esta liquidez.
No sería la primera vez que pasa. Irlanda, Grecia y Portugal lo hicieron poco antes de solicitar el rescate. Y mucho se hablo de la necesidad de aplicar este mecanismo a escala europea para evitar el colapso del Target2 en junio.
Algunas fuentes aseguran que el Banco de España ya ha prestado hasta 400 millones de euros a una entidad para evitar que cundiese el pánico entre los ahorradores. Lo cierto es que esta cantidad resulta ridícula en el contexto de las transacciones bancarias que se realizan a diario en nuestro país, y está muy lejos de las cantidades que tuvieron que manejar otros países. No deja de ser, sin embargo, algo que debería preocupar a todos y mucho.
Por desgracia, en España, estas cosas quedan eclipsadas por cuestiones como la tristeza de Cristiano Ronaldo o las intimidades de una concejala. Poco o nada se dice de la fuga constante de capital que sufrimos en España. Siquiera para rebatir los argumentos que llegan desde el The Wall Street Journal y The New York Times. O para desmentir, en caso que no sea cierto – lo cual dudo – los prestamos invisibles que el Banco de España estaría concediendo a entidades financieras para garantizar su tesorería.
Y mientras todo esto ocurre de espalda a la opinión pública, el BCE denuncia los “riesgos de sostenibilidad” de nuestra economía. Que es lo mismo que decir: vais de culo, caída libre, precisáis de un milagro. Nadie cree ya en Rajoy ni en su política. Desde que llegó al gobierno pagamos más impuestos, recibimos menos prestaciones, la deuda continua creciendo, hemos entrado en recesión y la sociedad se encuentra en estado de shock. A día de hoy, nuestro principal problema es el gobierno que tenemos, un secreto a voces que denuncia el BCE, con su tradicional corrección diplomática, tras el eufemismo de “riesgos de sostenibilidad”, forma suave de advertir de los muchos errores que está cometiendo el gobierno de Rajoy y lo difícil que será enmendar la situación en el futuro.