El presidente Barak Obama continúa sin comprender que el problema con los plazos militares es que, si son demasiado cortos, “su enemigo lo va a esperar”; y si son demasiado largos, “su enemigo ejecutará antes que él las acciones de la tactica y la estrategia de combate”.
No es prudente que el presidente estadounidense avise en sus discursos los pasos que seguirá, ante esta metodología, podría decirse que el taliban no necesita de su aparato de inteligencia, que en su tiempo sí necesitó la insurgencia iraquí; el presidente Obama se los hace muy fácil.
El último error estratégico-militar del comandante en jefe de las fuerzas armadas estadounidenses ha sido declarar públicamente que las fuerzas de los Estados Unidos comenzaran su retirada de Afganistán a partir de julio de 2011. Avisar sobre este aspecto no ha sido una buena idea.
Las células del Taliban en la frontera entre Afganistán y Pakistán respondieron inmediatamente atacando las tropas de la OTAN y extendiéndose 22 kilómetros en territorio norte de Afganistán donde se hicieron con el control de nueve aldeas en las que no tenían acceso ni influencia por la oposición de los lideres tribales, y esto ocurrió tan solo dos días después de la difusión del discurso de Obama a través de la cadena FOX.
Desde una perspectiva puramente militar, el anuncio de una “línea de tiempo” no tiene sentido y los asesores del presidente deberían saberlo para evitar que Obama haga estos anuncios que lo llevan hacia ninguna parte, contrario a ello, la divulgación de esa información es tremendamente negativa, toda vez que no solo ofrece a sus adversarios una visión de sus planes, sino que hace previsible cualquier movimiento y estrategia.
El presidente Obama y la señora Hillary Clinton deben comprender que para cambiar la dirección de ésta guerra se requiere mucho más que matar y capturar al liderazgo de Al Qaeda y el Talibán. El progreso depende de dos acontecimientos políticos básicos: a) inducir a la administración del presidente Hamid Karzai a gobernar eficazmente y b) persuadir a Pakistán que los grupos militantes dentro de sus fronteras constituyen una amenaza tan grande y peligrosa para Islamabad como para Kabul. El límite del compromiso que marca el Presidente Obama en realidad solo está complicando a los gobiernos regionales que dudan (con razón y realismo) “hasta donde llegara la ayuda de EE.UU. para cumplir las metas en la lucha contra el terrorismo yihadista”.
No cabe duda que hay hechos políticos que marcan proyecciones concretas, por caso, la victoria demócrata en las elecciones del año 2006 convenció a los líderes sunitas iraquíes que Estados Unidos comenzaría a evaluar su salida y ello, de alguna manera inspiro la unión de algunos grupos tribales que, aunque de forma pequeña, ofrecieron mayor colaboración y seguridad en sectores y zonas del país donde se redujeron los ataques suicidas a manos de la insurgencia y con ello el numero de víctimas civiles bajó sensiblemente.
Es justo señalar en favor de Obama, que al establecer “una línea de tiempo” en el caso iraquí, pudo compensar los costos de la táctica y fortaleció algunos beneficios estratégicos. Aunque en los últimos meses y ante el recrudecimiento de ataques suicidas en Irak con numerosísimas victimas, este objetivo permite el beneficio de la duda en cuanto a su éxito.
Para el caso de Afganistán, si los objetivos políticos planteados por el presidente Obama se cumplen, ellos serán la mejor medida de la eficacia del plan de su administración, aunque me permito un margen de reservas en este aspecto y no seria tan optimista en que ello así suceda.
Cada día se observa con mas claridad la indisimulada preocupación del Presidente Karzai y su temor a quedar solo, aunque el debe considerar los compromisos que hizo en su discurso inaugural de noviembre en lo relativo a crear unas fuerzas armadas que puedan proteger y brindar seguridad a todo el país, pero Karzai sabe que esto es una materia que llevara no menos de cuatro a cinco años para reducir el numero de víctimas civiles y que no podrá realizar nada con relativo éxito sin promulgar leyes para combatir la corrupción y bloquear sus propios elementos de la inteligencia interna que prestan ayuda a los insurgentes, dependerá también de que el Ejército de Pakistán neutralice los militantes que operan en Afganistán, a saber: los talibanes y la red de Haqqaniah, y ello deberá ser realizado con el mismo compromiso que aporta a la lucha contra las amenazas más directas como en el caso de los talibanes paquistaníes. Esto es tan importante como que las fuerzas de la OTAN en Afganistán se centren en asegurar las ciudades más cercanas a la frontera con Pakistán.
Anunciar su estrategia de retiro acompañada de una “línea de tiempo” como lo ha hecho el presidente Obama es por demás de riesgoso, seguramente el presidente lo sabe, pero lo que no debería ignorar bajo ningún aspecto es que tal decisión podría llegar a ser su perdición no solo en términos militares, sino en términos de éxito de su administración y desde luego en lo mas sensible y peligroso, en el campo de la seguridad interna de los EE.UU.
Cualquier movimiento de repliegue y retiro de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en el actual escenario habrá de ser interpretado como victoria por los yihadistas, allí es donde se debe comprender que la seguridad interior de los países de Europa Occidental, Israel y los EE.UU. mismos estarán en problemas de cara al futuro.
Lo cierto es que el presidente emitió dos mensajes entrelazados en su discurso en West Point semanas atrás, uno fue claramente para la opinión publica americana, en él, Obama delineo su política para el repliegue norteamericano de Afganistán: “Veo la forma de salir de esta guerra”, indico el presidente; el mensaje restante fue dirigido a los pueblos de Afganistán y Pakistán: “estoy aquí para ganar, indico Obama”.
¿Cual de los mensajes es el verdadero? El peligro de los dobles mensajes, es que se puede desilusionar rápidamente al público, máxime cuando “lo que transmitió Obama a los estadounidenses es su compromiso de salir de allí y retornar los soldados cuanto antes”; si esto es así, tal y como lo sostuvo el presidente, ¿los afganos quedarían condenados al abandono igual que los iraquíes o los libaneses de la Revolución de los Cedros? o ¿correrán la misma suerte que los iraníes reprimidos brutalmente por el régimen ante el silencio de la administración Obama?, ¿donde quedaran entonces las palabras que Obama les envió en el otro mensaje, muy distinto por cierto, a la posibilidad del retiro completo que les hizo saber a los ciudadanos estadounidenses?
Es evidente que el presidente Obama desea tranquilizar al público americano tanto como a los habitantes de la zona en conflicto, pero el no debe ignorar que la única manera de ser creíble tanto en unos como en otros es mostrando progresos reales sobre el terreno, y a la vez, estableciendo límites creíbles de hasta donde América puede, paradójicamente, ser el catalizador necesario en Oriente Medio.