Desayunando en la barra del modesto bar donde lo suelo hacer cada mañana (tostada tipo chapata, con buen aceite de aceituna, tomate natural triturado, un diente de ajo y té en leche sin azúcar); tengo a mi lado un pequeño comerciante que me comenta cosas de la vida actual y me dice. Aquí al lado (calle céntrica y peatonal) cerrarán mañana una zapatería; el propietario ya no puede soportar el costo de alquiler, dos empleados y toda la cantidad de impuestos y gabelas que viene soportando.
Sonrío tristemente y miro al frente, donde una tienda de “vestuario y otros para niños”; anuncia por cierre del establecimiento, grandes descuentos en grandes carteles.
Ayer me dice otro conocido, que va a cobrar el alquiler de un pequeño local, donde una sola persona, lleva un modesto negocio de confección… y se lo encuentra cerrado. Pregunta al negocio colindante y el comerciante le dice, que ya lleva ocho o diez días así y que no sabe nada. El que intenta cobrar, ha llamado a los teléfonos que tiene del inquilino y no contestan.
Si paseo por mi ciudad (imagino que las del resto de España están igual o peor) veo la proliferación de locales e incluso viviendas, con los consabidos carteles, de se alquila, traspasa, cerrado, liquidación por cierre, se vende, etc. Todo se va paralizando y no se ve movimiento ni ilusión alguna por emprender nada; sencillamente, la gente tiene miedo y no cree ya en nada y mucho menos en los políticos.
Mi hija que días atrás estuvo en la gran superficie (Carrefour) me comenta que se ven grandes espacios sin mercancías, que hay pocos empleados y mucha menor clientela que otras veces; que la estampa era preocupante.
Para completar el panorama y obviando las enormes deudas y la falta de liquidez de todo el aparato oficial, incluidas entidades de crédito… “quebradas, a punto de ello y salvadas por el Banco nacional, por que no hay otra solución”… leo lo siguiente y que copio literalmente.
“Aquí no paga nadie! Los españoles deben a Hacienda 11.663 millones de euros (titulares): La morosidad no es sólo un problema de los agentes económicos privados con el sector público. Cobrar las deudas tributarias también se ha convertido en un auténtico suplicio para Hacienda. Los contribuyentes -personas físicas o empresas- deben al Fisco nada menos que 11.663 millones de euros. Una cantidad que representa más del 1,1% del producto interior bruto y que supone el 7,6% de lo que recauda la Agencia Tributaria en un solo ejercicio. Se trata, con diferencia, de las mayores tasas de morosidad jamás alcanzadas por la economía española. Pero lo sorprendente es su rápida evolución. En 2005, los derechos pendientes de cobro ascendían únicamente a 4.878 millones, y un año más tarde -todavía sin crisis económica- había pasado a 6.299 millones. El año 2007 se cerró con una morosidad equivalente a 6.987 millones, pero es que un año más tarde se había acelerado hasta los 8.727 millones. Es decir, que en 2009 -ya en plena recesión- las deudas con la Agencia Tributaria (los 11.633 millones) han crecido un 33,5% respecto del año anterior” (COTIZALIA 26-07-2010).
Aprecie el lector que todo esto ocurre en los seis años del desgobierno del nefasto, devastador y fanfarrón, José Luís Rodríguez Zapatero; al que desde hace mucho tiempo lo vengo denominando con estos calificativos, que inicié con la palabra nefasto y acerté plenamente.
Se está llegando hasta el bochornoso (por no decir depredador) acto de obligar a pagar una cantidad que debiera ser anulada, por datos aplastantes que obligan a ello, pero que por cuanto dice el empleado estatal… “nos están obligando a ello”, puesto que es necesario recaudar cuanto más mejor. Y lo que cuento lo he sufrido yo mismo.
O sea, que te obligan a hacer un pago, que luego reconocido lo ilegal de ello, te tendrán que devolver con intereses de demora, cuándo ellos quieran, pero ese dinero lo maneja Hacienda y es como un préstamo obligado que tienes que tragar “por bemoles”.
Todo ello y mucho más que se está publicando (“la voracidad en multas y sanciones”) nos dice la situación límite a que se está llegando. Y como el aparato estatal en todas sus ramificaciones, es ya como una esponja insaciable, que cobra pero no paga, o lo hace “tarde mal y nunca” (si puede); ya me dirán lo que va a venir después.
Y lo que va a venir, si no se corrige todo esto con la premura que precisa, es sencillo… “¡ Yo no pago por que a mí no me pagan!”. Llegado éste momento, la parálisis del comercio y la industria será ya una calamidad insalvable, puesto que sólo nos quedará el trueque, o la compra venta al contado… aquel que tenga dinero, claro está.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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