Un ‘cabrón‘ ingresa en la cárcel justo cuando comienzan las vacaciones para la mayoría de los que trabajan. Aquel llevaba sin hacerlo toda su vida, escalando los peldaños de su avaricia a golpe de buenas relaciones y anchas espaldas en las alcantarillas de la política.
Los demás, a fuerza de sudar oficios mal remunerados y peor considerados por esa élite que se considera soberbiamente superior y distinguida al resto de los mortales, no han dejado de trabajar nunca en su insignificante vida, salvo en periodos de vacaciones como el que ahora comienza.
Pero este año tan extraño, cuando se licúa la solidez de nuestras certezas, todo es distinto. ‘El cabrón’ deja de estar permanentemente vacante para ocupar una plaza entre rejas en pensión completa y siete millones de trabajadores no tendrán vacaciones de ningún trabajo en activo, algunos sin nada que llevarse a la boca. La suerte del primero se enderezará antes que la de los segundos, en cuanto los calores flojeen y el bochorno desaparezca de nuestros rostros y de nuestras convicciones.
Un juez pasa por el ojo de una aguja antes que un potentado devuelva lo adquirido mediante corrupción y fraude. Garzón y Silva son ejemplos de vencidos ante ello. Pronto, también Ruz. Porque Bárcenas será «el cabrón» de la contabilidad B de Correa, pero entonces es ‘el cabrón’ del partido más poderoso de España, cuyas cuentas administraba. Y merece un respeto, como cualquier capo de la mafia: por miedo.
Por eso, este verano es complicado y extraño. Tan extraño como un rico en prisión. ¿Será un espejismo? ¿Será un golpe de calor?