Tras dos años de fotografías de estudio y pantomimas de vodevil parece que, por fin, los agentes presentes en la negociación del diálogo colectivo están a punto de dar por zanjadas sus negociaciones con un estrepitoso fracaso que coloca a España en una situación harto complicada.
Sin un acuerdo en el diálogo social el Gobierno se verá obligado a legislar y a proponer una reforma laboral acorde con las presiones que lleva un tiempo recibiendo desde la Unión Europea, lo cuál provocará el descontento de los sindicatos y, por tanto, la convocatoria de una huelga general, que volverá a colocar a España al borde del abismo.
Un abismo en el que la principal amenaza es la fuerza sindical, una fuerza venida a menos y sin un sentido claro en su organización. Los sindicalistas de este país se equivocan tremendamente porque ven a España como un país de grandes empresas, y así la tratan, con convenios colectivos gravosos para los empresarios, recreándose en la suerte de las voluntades de los Consejos de Administración.
Sin embargo, olvidan los señores sindicalistas que este país es un país de pequeñas y medianas empresas, de hombres y mujeres que sacan adelante su pequeña empresa para lo que contratan a trabajadores cuando pueden o cuando las circunstancias económicas así lo demandan, pero que necesitan tener la opción de poder dejar de contar con sus trabajadores en época de necesidad, porque cualquier otra cosa les condena al cierre empresarial.
Por esta razón llevo mucho tiempo abogando por el despido libre, para que un empresario medio de este país pueda sacar adelante su empresa, pueda contratar nuevos trabajadores sin el yugo de los altos costes por despido, y generar así una mayor riqueza económica.
Lo digo, y lo repito, los empresarios, la mayoría, no son esos monstruos que nos imaginamos, son trabajadores como cualquiera que un día decidieron arriesgar su dinero, eliminar su tiempo libre y acumular quebraderos de cabeza por un sueño o una idea. Son empresarios que fueron trabajadores, o trabajadores que tornaron en empresarios.
Nunca despedirán por capricho, su voluntad siempre será contratar a más trabajadores, porque ello significará mayor producción para la empresa. Pero para poder seguir arriesgándose necesitan la certeza de que en época de recesión podrán reducir costas vía despidos.
Y ese es el concepto que no entienden nuestros sindicatos, que piensan que cuando negocian el diálogo social lo hacen con Telefónica o Banco Santander, y no se dan cuenta de que están negociando, en realidad, con Frutería La Paca o Peluquerías Javi.