En la sociedad actual, en cada región del globo, la sociedad civil esta siendo amenazada por la intolerancia.
Ello se observa en la resurrección de grupos neonazis en Europa o en la violencia del fundamentalismo Islámico contra los cristianos en la India; en las actitudes de los fundamentalistas cristianos en USA contra las mujeres o los homosexuales y lesbianas, o en las posiciones ultraconservadoras de la Iglesia Católica en América Latina, la democracia esta bajo el ataque de los que procuran imponer su visión del mundo, del mismo modo, sobre minorías y mayorías.
La historia nos ha demostrado de forma fehaciente que el extremismo político o religioso, sea de izquierda o de derecha, causa un daño gravísimo sobre la familia humana.
Aquellos que buscamos un mundo en el que reine la justicia social, y que estamos comprometidos con un entendimiento de la democracia internacional donde todas las creencias, todas las razas y culturas sean respetadas en un plano de igualdad, debemos organizarnos para confrontar a las fuerzas de la intolerancia y ofrecer una política del entendimiento, una teología del respeto para toda la humanidad, dejando a un lado los conflictos pasados o las luchas actuales.
Pienso que es muy complicado poder darle una respuesta o poder evitar tanto conflicto que genera una colectividad, porque todas esas patologías a las que nos hemos referido, tienen fundamentos biológicos, innatos, primitivos.
Es casi imposible que dejen de existir los grupos extremistas, la misma religión no se puede terminar solo por el simple hecho de que el individuo necesita respuestas y este las encuentra en las creencias, en las ideas.