En esta vida, siempre se quiere triunfar. Pero los resultados no son siempre positivos; el éxito y el fracaso están unidos e interrelacionados entre si.
Lo más importante (y complicado a la vez) es saber asumir los fracasos y aprender la lección de los mismos, para que ayuden a evolucionar.
Hay muchos que se sienten desdichados porque no consiguen el éxito a la primera. Pero llegar a la meta con rapidez hace no saber valorar lo conseguido, lo que provoca un estancamiento y acomodarse, sin intentar avanzar más. Estas personas que triunfan pronto son muy reacias al cambio, quedándose ancladas en las mismas rutinas.
Los fracasos son avisos de que debéis cambiar cosas y seguir intentándolo. Si sabéis ver más allá de la desilusión inicial, los obstáculos permitirán darse cuenta de vuestras limitaciones para aprender a convertirlas en virtudes que hagan que rectifiquéis el camino equivocado que llevabais hasta ese momento.
El aprendizaje conlleva ir puliéndose a través de un proceso que a cada uno le lleva su tiempo. La cuestión es no cejar en el empeño y seguir intentándolo. La constancia, tarde o temprano, tiene premio. No olvidéis un viejo proverbio chino que dice que “El fracaso más grande es nunca haberlo intentado.”
Lo peor que podéis hacer al fracasar es autocompadecerse. Debéis de aprender de ese fracaso pero mirando ya hacia el futuro. Dando vueltas al pasado no se saca nada más que agotar el tiempo y perder oportunidades.
Tenéis que ser fuertes y positivos; no ayudará tener actitudes destructivas como “soy un desastre”, “no valgo para nada” “no tengo suerte”; este tipo de pensamientos no solucionan nada porque hacen que vosotros mismos os lo creáis y viváis en la agonía constante que os lleva a la desesperación más absoluta.
El habituarnos a convivir con el fracaso hay que hacerlo desde que somos niños y muchos os preguntareis ¿quién debe hacérselo ver a los más pequeños?
Pues los primeros que debéis habituar a vuestros hijos a que las cosas no son fáciles sois vosotros mismos, preparándoles para la realidad; ocultárselo no va a hacer más que perjudicarles a que se den de bruces con los problemas y la diferencia nos la marca el saberlos asumir y superar o no.
Hay que ayudarles a que comprendan la diferencia entre lo que les gustaría ser (todos inicialmente nos tenemos idealizados) y lo que somos en realidad, aceptándonos tal y como somos. La diversidad es lo que caracteriza al ser humano y cada uno tenemos unas cosas mejores y otras peores.
De la misma forma debemos mostrar a los más pequeños a saber solucionar las cosas por ellos mismo, apoyándoles pero dejando que intenten buscarse ellos la vida para que se hagan fuertes.
Para que entendáis lo que digo me quedo con una magnifica frase del celebre francés Louis Pasteur que dijo “No le evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”
El saber caeros y levantaros una y otra vez con más fuerza que la vez anterior es un valor que debéis saber potenciar y usarlo en vuestro beneficio; no todo el mundo sabe hacerlo y esto os hará más aptos para recorrer el paseo hasta la meta. Pensad por ejemplo cuando mucha gente estáis constantemente preguntando ¿Hemos llegado ya? ¿Lo hemos conseguido al fin? No os dais cuenta de que lo de menos es cuando se consigue o llega, sino que lo realmente importante es el llegar y conseguirlo, disfrutando de ello por el trabajo bien hecho a lo largo del proceso de evolución en el que muchos se habrán quedado por no haber sabido vencer a su principal enemigo: ellos mismos.