El fracaso del independentismo catalán
Si algo tenemos claro a estas alturas de la película de la democracia española, es que hay gente que no sabe perder y se aferra al poder como a un clavo ardiendo. O como hubiera dicho Camilo José Cela, se agarra a una barra de metal como haría una puta en un prostíbulo. Y es que hay individuos, poco recomendables, cuyo única expectativa en la vida es mantener los intereses creados (como la célebre obra de Jacinto Benavente), y para eso se ven tristemente obligados a manipular unos resultados electorales que a todas luces suponen un fracaso de las tesis separatistas.
Esta actitud perniciosa, es la que han tomado los independentistas catalanes en todas sus vertientes (que dicho sea de paso, no han alcanzado ni el 50% del apoyo del conjunto del electorado con derecho a voto), tratando de justificar la abrumadora derrota del señor (parece que multimillonario) Artur Mas en las elecciones catalanas del domingo 25 de noviembre de 2012.
Artur Mas, ha realizado desde 2010 una gestión de la comunidad autónoma catalana absolutamente lamentable, y no solo en lo económico, sino también en lo político y en lo social. Y para tapar esta catástrofe, esta incapacidad para gobernar y gestionar una comunidad autónoma, volvió a traer a la primera línea de combate a los viejos fantasmas del pujolismo rancio: el España nos roba, trabajamos para España, el pueblo catalán soberano tiene derecho a elegir y unas cuantas pamplinas más.
Con la excusa nacionalista, Mas se jugaba el todo por el todo. Trataba de condicionar a la gente para que votase por el independentismo liberador y no por su gestión, forma muy sutil de salir airoso de su devacle gubernamental y de seguir manteniendo otros cuatro años el separatismo de salón y el chantaje permanente al estado español. Actitud que al final no es más que una forma de vivir del cuento y del dinero de todos.
Pues he aquí que Artur Mas no solo no ha conseguido un respaldo importante a su proyecto, sino que ha sufrido la mayor derrota de su historia política. La mayoría de los catalanes o bien no se ha dejado engañar por las soflamas independentistas o bien ha rechazado de pleno el proyecto. Sea como sea, el aburrido y simplón presidente de la Generalitat debe dimitir para pagar su fracaso ideológico y político.
No se engañe nadie no (que diría Jorge Manrique) creyendo que se puede sumar al independentismo de salón de Artur Mas y Durán y Lleida el independentismo radical y batasuno de ERC, gran beneficiada de la crispación mediática desatada en Cataluña por este asunto. ERC sí que quiere la independencia a cualquier precio (algo legítimo, evidentemente), algo que con 20 escaños es difícil de plantear. Mientras que CiU quiere mantener el chantaje permanente para conservar el oasis catalán de la buena vida, los viajes a Rusia y las cuentas en Suiza. Si Mas se marcha, será un fracasado que supo retirarse a tiempo. Y si Artur pacta con ERC, se convertirá en una marioneta de los comunisto-separatistas de ERC, con lo que CiU será una mera anécdota en la política catalana.
España nos roba. Cataluña es un pueblo soberano que tiene derecho a elegir. Y los catalanes, a pesar de la burbuja informativa, la amenaza judicial, el silencio institucional y la mentira continua, han decidido que quieren seguir siendo España. Parece que anunciamos una buena noticia, pero como ya paso en tiempos del tripartito, cuando se diversifica el poder de esta manera y se da fuerza a los que no creen en el sistema (aunque vivan de él), y mucho menos en el Estado, nada bueno podemos esperar del futuro. Sin ambargo, querido Artur, esto que hemos visto hoy en las urnas, es «la voluntat d´un poble».