Los clubes de fútbol buscan obtener beneficios a cualquier precio, aunque la mayoría estén en bancarrota. Con fichajes en cifras astronómicas, las canteras apenas tienen valor, salvo casos aislados. En esta situación los equipos ricos monopolizan el espectáculo y los títulos.
El comienzo del fin de la competitividad en las ligas de Europa encontró en la Ley Bosman el impulso definitivo al acelerador. Desde verano de 1996 los clubes de fútbol europeos no tienen límite de jugadores con nacionalidad de alguno de los países de la Comunidad Europea. Sólo pueden jugar tres “extra-comunitarios”, pero el resto pueden ser de cualquier país miembro. Dejó de ser necesario tener una mayoría de jugadores autóctonos y cuidar el producto nacional. La desigualdad se agudizó en las competiciones de toda Europa. La diferencia entre los equipos ricos y los pobres no ha dejado de abrirse y cada vez va a más. Si un equipo gana títulos, tiene la posibilidad de ingresar más dinero por derechos televisivos y publicidad. Para conseguir ganar hace falta tener dinero para fichar a los mejores jugadores.
En España sólo cuatro equipos han ganado la liga desde la entrada en vigor de la ley, y en los últimos años se reduce a dos: Real Madrid y Barcelona. La Liga española invirtió el curso pasado alrededor de 450 millones de euros en incorporaciones. Jugadores de la talla y el coste de Cristiano Ronaldo, Kaká, Ibrahimovic o Benzema, recalaron ese año en Madrid y Barcelona. El resto de clubes son invitados de lujo a la fiesta de los dos equipos con mayor presupuesto. Los equipos fichan por encima de sus posibilidades para intentar competir por las migajas.
Si un equipo hacía un buen trabajo de cantera y conseguía una buena generación de futbolistas podía pelear por las zonas altas de la clasificación, e incluso por ganar títulos. Con la situación actual esos jóvenes poco podrán hacer frente a estrellas de nivel mundial. Los equipos modestos no tienen más remedio que vender a los jugadores con más proyección para sanear su economía. El Racing de Santander traspasó a Sergio Canales, de 19 años, al Real Madrid por 6 millones de euros. A Canales no le dan minutos de juego en el club del Bernabéu, y el futuro deportivo de los cántabros ahora es menos prometedor.
En los últimos días se ha abierto el debate del reparto de los derechos televisivos. Otro de los frentes abiertos entre los equipos ricos y los pobres. En España los dos equipos líderes cobran más dinero de las televisiones, porque generan más interés en los espectadores, y el resto reciben cantidades muy inferiores. En la liga inglesa el reparto televisivo es mucho más equitativo, pero la situación deportiva no es tan diferente. La mitad de los ingresos se reparten igual entre todos los equipos, mientras la otra mitad se divide por criterios deportivos y de audiencia.
Ejemplos de la importancia del dinero en el fútbol los tenemos todos los días. La elección de Rusia y Qatar como sedes para los mundiales del 2018 y 2022 claro que, a día de hoy, el principal criterio es el económico. Pese a que hubiera otras candidaturas como las de Inglaterra o Australia.
En la mente de todos existe la opción de una Liga Europea que englobe sólo a los equipos con mayor presupuesto. Está claro que sería una opción que daría interés a algo más que a dos partidos al año, pero ¿qué pasaría entonces con los equipos modestos de cada país? El negocio del fútbol parece inagotable debido a la cantidad de personas y millones que mueve, sin embargo no sería la primera vez que todo se echase a perder por una mala gestión. La competición tiene que reinventarse para no caer en estadios vacíos y pérdidas insuperables.
Daniel Senovilla Bautista
Periodista