Si el mercado es un animal salvaje que tiene que ser vigilado para que no se desboque y los políticos los encargados de salvaguardar el buen funcionamiento del mismo corrigiendo las ineficiencias que provoque, ¿qué podemos hacer los ciudadanos?
A través de los procesos electorales hacemos públicas nuestras preferencias y elegimos a los representantes que consideramos más eficientes, aunque luego, con el tiempo, descubrimos que el poder corrompe, cada vez más, y lo que en un principio era honestidad se convierte en supervivencia cueste lo que cueste.
Entonces, el político ya no piensa en protegernos del mercado, sino en protegerse a sí mismo,de salvaguardar su sillón, su posición, su salario y sus beneficios sociales, sin importarle que el mercado esté funcionando de manera ineficiente.
Como ejemplo más evidente tenemos lo sucedido en los orígenes de la presente crisis financiera, la que tantos periódicos ha vendido y tanto daño ha hecho a los trabajos de bajo valor añadido. Acostumbramos a culpar a los bancos y a su falta de responsabilidad, no nos damos cuenta de que son empresas privadas cuyo único objetivo es el beneficio propio, sin importar el coste social que éste puede provocar.
Sin embargo, nos olvidamos de nuestros políticos, nuestros representantes, nuestros gobiernos, a los que elegimos para que corrigieran al mercado, para que vigilaran su funcionamiento, para que nos protegieran de sus vicios, y que solo se protegieron entre ellos.
Los ciudadanos volvemos a ser los parias víctimas de las desmesuras de los poderosos que mantienen sus ingresos, sus pensiones y sus lugares de privilegio en la sociedad mientras que un millón de familias sobrevive sin ningún miembro trabajando.
Los gobernantes son los verdaderos culpables de la crisis, por no haber cumplido con su mandato, por haber mirado hacia otro lado y por haberse preocupado por nimiedades de escaso valor social y amplio valor personal.