Sí, ya sé que soy pesado, y que ya te he contado esta milonga, pero parece que los responsables que rigen nuestros destinos económicos no quieren, o no pueden entender la diferencia drástica entre gasto e inversión.
Un gasto es un mal necesario que se puede recortar, una inversión, por contra, es un bien exigible que redunda en el beneficio de la empresa, de sus trabajadores y del entorno en el que la empresa se encuentra.
Ese beneficio se multiplica si, además, se trata de una empresa pública, ya que permite que ésta siga realizando su labor, aportando valor al lugar en el que se encuentra localizada y a la sociedad en su conjunto.
Por tanto, reclamar que una empresa pública recorte sus inversiones en un 13% es una temeridad ideológica y un error económico de bulto. El Ministerio de Economía debería de exigir una reducción de gastos, en eso estoy de acuerdo, pero nunca una reducción de inversión.
La inversión genera empleo, tanto directo como indirecto, permite que otras empresas satélites se puedan aprovechar del tirón de la empresa pública, la cuál, por cierto, fue creada, en gran parte, para ello, para tirar de la oferta en un determinado sector.
La inversión genera valor añadido para el futuro, un valor añadido esencial en un mundo cada vez más competitivo y con las fronteras más flexibles que se recuerdan en la historia.
La inversión permite ahorrar costes y por tanto acaba reduciendo el gasto, ya que elimina procesos intensivos en mano de obra y los convierte en intensivos en tecnología, lo cuál, a su vez incrementa los salarios.
La inversión tira de la demanda a través de estos salarios más competitivos, los cuáles garantizan una continuidad en la educación de la mano de obra que comienza a valorar cuestiones que otrora denostaba.
En definitiva, la inversión es esencial para la buena marcha de una empresa, y si es exigible en una empresa privada, es elemental para una empresa pública. Los costes se pueden reducir en muchas partidas, pero jamás deben de ser reducidos en la partida de inversión.