Los manuales sobre liderazgo suelen ofrecer al estudiante, al profesional o al lector curioso una clasificación de estilos de dirección muy extensa y variada: liderazgo autoritario o democrático; liderazgo centrado en la tarea o centrado en las relaciones; liderazgo situacional, liderazgo transformador… mucha bibliografía sobre el asunto y muchas horas de lectura más o menos entusiástica para los que afrontan la materia como parte de su capacitación profesional o, simplemente, para los que necesitan de un potenciador del sueño que no produzca dependencia farmacológica.
Pero toda esta literatura ha omitido un estilo de liderazgo de la máxima importancia, sobre todo en entornos de rígida inspiración jerárquica como la Administración Pública. Un estilo que se basa en el análisis intuitivo de la situación a partir de indicadores difusos procedentes de los más allegados a los líderes dentro del entorno profesional.
Podríamos llamar a este estilo directivo “liderazgo orientado al ruido”.
¿Qué es el liderazgo orientado al ruido?
La propuesta ha sido realizada por uno de nuestros becarios, experto en análisis de dirección cuya identidad mantendremos en secreto por encontrarse en activo en un cuerpo especial de la Administración Central del Estado, y no queremos que este artículo termine con su incipiente carrera corporativa; en franco y evidente peligro de catástrofe tanto si su hipótesis es cierta como si no.
En lo esencial, el liderazgo orientado al ruido se sustenta en la toma de decisiones a partir de los chismes que cuchichean los adláteres del mando, siempre dispuestos a trasladarle cualquiera clase de datos irrelevantes para el alcance de los objetivos o el desempeño de las tareas, pero jugosos para el ejercicio de la intromisión en los detalles de la actividad profesional de los subordinados que sí trabajan, o en su vida privada.
De esta forma, por ejemplo, un líder orientado al ruido prestará mucha atención a las noticias sobre quiénes han compartido o están compartiendo cama con esa nueva funcionaria que ha solicitado una plaza, y estará muy atento si le llegan noticias de la que citada ha sido vista en varias ocasiones almorzando con ese funcionario tan joven, guapo y casado. También será importante para un líder orientado al ruido estar atento a los comentarios sobre quién fue el mentor profesional de ese otro funcionario que se postula como nuevo jefe de área, que ya se sabe que con la cuerda política de hoy se fabrica la horca de mañana.
Sin ánimo de ser exhaustivos, y teniendo en cuenta las limitaciones de extensión que nos sugiere la dirección de www.ellibrepensador.com, el liderazgo orientado al ruido se caracteriza por los siguientes elementos.
Personalidad del líder
El liderazgo orientado al ruido requiere una personalidad dirigente sensible al ruido. Puede parecer una perogrullada, pero es importante comprender que no es el adlátere quien convierte al líder en chismoso sino al revés: es el líder chismoso el que se rodea de adláteres que le facilitarán la materia con la que generar su propia percepción chismosa de la realidad y actuar en consecuencia.
La naturaleza funcional de las cosas hace que la fauna que más progresa en un ecosistema sea precisamente la que más puede progresar en ese ecosistema y no otra. Como consecuencia, no hay chismosos donde se combate el chisme; mientras que en los lugares donde se potencia el chisme, hay muchos chismosos y su poder es grande.
El líder chismoso, perdón, el líder orientado al ruido está encantado de pasar horas en conversaciones informales con sus adláteres, en donde se pone al día de una gran cantidad de cuestiones sobre sus subordinados que poco o nada tienen que ver con su rendimiento laboral o capacitación técnica.
Por el contrario, el líder chismoso pasará poco tiempo con los subordinados centrados en la tarea o los objetivos, ya que éstos le ofrecerán poco chisme, es decir, pocos elementos para la toma de decisiones. Desde una perspectiva exclusivamente personal, el subordinado orientado a la tarea y desenfocado hacia el chisme es una molestia necesaria para el líder orientado al ruido; necesaria porque a fin de cuentas, hace falta alguien que realice las tareas productivas; pero molesta porque no aporta valor añadido al proceso de toma de decisiones.
Ubicación espacio-temporal de la influencia basada en el ruido
Los momentos de aparente ocio y descanso son perfectos para el ejercicio de la influencia basada en el ruido –también llamada influencia chismosa-. De hecho, los líderes orientados al ruido tienden a extender hasta el infinito esos momentos en las jornadas cotidianas (el cafetito con tostada de la mañana, la cervecita con tapa del mediodía y la copa de final de la tarde, por ejemplo), y a hacerse presentes en cualesquiera eventos donde exista un ecosistema óptimo para el cotilleo –los vinos españoles posteriores a las entregas de despacho son momento memorables para el desarrollo de lo que podría llamarse «influencia chismosa mutua»-.
Los adláteres chismosos son maestros en introducir el cotilleo en cualquier actividad aparentemente profesional. Su dominio en el manejo de la coincidencia y la proclividad del líder a disfrutar con el ruido les permiten manipular cualquier situación mediante los adecuados comentarios chismosos aprovechando los momentos más inverosímiles. Por eso no es extraño que la presentación de las dietas de viaje de un subordinado para una reunión en La Coruña se acompañe de un comentario sobre la coincidencia que presenta este viaje con la solicitud de vacaciones de la secretaria del subdirector adjunto, dando a entender con el apoyo de una sonrisita que los dos -subordinado y secretaria- se van a montar un viajecito de juerga sexual a costa del Estado aprovechando el desplazamiento profesional del primero.
Proceso de toma de decisiones basado en el ruido
Las decisiones basadas en el ruido se componen principalmente de dos fases con una derivación probable:
1- Recepción del chisme o ruido.
2- Reacción inmediata jodiendo –en la medida de lo posible- a los chismorreados o víctimas del ruido.
3- Bloqueo de la decisión impidiendo que se rectifique incluso ante la presentación de pruebas irrefutables del error de apreciación.
En nuestro último ejemplo, la recepción del chisme que vincula a la pareja en un posible viaje con razonable expectativa de actividad sexual frenética entre ambos, conllevaría la inmediata reacción de rechazar la solicitud de vacaciones de la secretaria, aludiendo por supuesto a necesidades de servicio. La posterior reclamación de la secretaria clamando que ya había pagado los diez días de vacaciones con su hijo en Canarias, no sería suficiente para rectificar la decisión.
El ejercicio del liderazgo y sus condicionantes personales no ha sido bien estudiado hasta la fecha ni en los entornos corporativos privados ni en las Administraciones públicas.
Desde esta divergente tribuna continuaré aportando mi particular opinión hasta que se me identifique y anule. Puede que después otro temerario siga opinando en mi lugar.