Agosto fúnebre. Se está muriendo todo el mundo. La dama del alba no veranea. Julio y agosto son para ella dÃas laborables. Trabaja a destajo y a deshora. No se va los domingos a la sierra. ¿Será por el cambio climático, por la recesión o porque la especie se extingue? Mamá Roma deberÃa trasladar el dÃa de Difuntos al 2 de agosto, inmediatamente después de la fiesta de todo Losantos. Los huesos de Federico terminarán en las confiterÃas cuando los jueces dicten contra él sentencia de pena capital. ¡Menuda racha llevamos! Luis Cencillo, Leopoldo Alas, Solzhenitsin… La intelectualidad diezmada. Se ha muerto, incluso, un tÃo mÃo, casi nonagenario, al que todos tenÃamos por inmortal. Era el penúltimo que me quedaba. El dÃa menos pensado voy a morirme yo. Ocupo el quinto puesto en la fila de mi familia por orden de antigüedad. ¿Quiere alguien que le dé la vez o, mejor aún, que le ceda el asiento? Más vale tomarse estas cosas a risa. Estoy, como ven, de excelente humor negro. He instalado un ataúd en mi despacho. No es broma. Pueden verlo en mi web. Si el patatús me pilla cerca, hincaré el pico allà sin pasar por el catre. Soy muy mirado. Los mÃos ni siquiera tendrán que cambiar las sábanas. Más vale prevenir. Luego, cuando se presenta de sopetón la guadaña, todo son prisas. En ese ataúd, de momento, sólo yace, a la espera de que llegue su dueño, mi máquina de escribir. Era una Olympia, modelo Mónica. No la he metido dentro. Está de cuerpo presente sobre la tapa. Falleció, la pobre, el otro dÃa, y aunque era ya muy vieja, no lo hizo de muerte natural. La maté yo, porque era mÃa, y no fue eutanasia. La difunta, a pesar de sus achaques, iba tirando y haciendo lo que siempre, desde el dÃa en que la compré, habÃa hecho. Malos tratos. Caiga sobre mÃ, como sobre Federico, todo el peso de la ley. Fue en defensa propia. Estaba en un callejón sin salida. Actuar de otro modo me habrÃa obligado a cambiar de oficio y de vocación. ¡A los setenta y un años! Emboscada: Bill Gates y Apple me habÃan acorralado. En El Mundo y en la editorial Planeta ya no aceptaban mis originales, escritos, como siempre lo habÃa hecho, a máquina. TenÃa que pasar al ordenador. Me persigné y, con un par, cerrando los ojos por si me la pegaba, salté al vacÃo. Aquà me tienen. Los mÃos no dan crédito a sus ojos. Llevo ya quince dÃas manejando un procesador de textos. Aún no sé abrir el correo ni navegar por internet, pero todo se andará. Aprendà a escribir a máquina cuando tenÃa seis o siete años. HacÃa los deberes del cole asÃ. ¿Me cambiará el ordenador el estilo? Eso decÃa Umbral, que nunca dio el paso. Ya veremos. Incipit vita nova. ¿Vida? Agosto: muerte a granel. Veo desde aquÃ, echadita en su ataúd, a Mónica y le envÃo el último beso. Descansen también en paz mi tÃo Fernando, mis amigos Luis Cencillo y Leopoldo Alas, y el hombre que denunció el gulag. ¿Epitafio? Uno que valga para todos. Lo encontré el otro dÃa. Dice: Ná de ná. Más precisión, imposible. Adiós, Mónica.
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Jordi Sierra Marquez
Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.