Suenan confusos tambores
Siempre la misma historia, el mal uso de las palabras: JudÃo, hebreo e israelita son sinónimos. IsraelÃes son los ciudadanos del Estado de Israel. En el Estado de Israel –que algunos se empeñan en denominar “judÃoâ€- viven israelÃes: unos son judÃos y otros no. Los israelÃes judÃos, unos son de extrema derecha, ortodoxos llenos de privilegios (no pagan impuestos, quienes estudian en escuelas rabÃnicas no hacen servicio militar, y tratan de imponer sus tradiciones) y otros son israelÃes judÃos progresistas, de izquierdas, liberales y cosmopolitas. Otros, judÃos israelÃes agnósticos o ateos e israelÃes árabes, musulmanes, cristianos o drusos.
El Partido en el gobierno es el Likud, presidido por Netanyahu, que se alÃa con facciones ultraderechistas del Parlamento: Shas (judÃo ortodoxo) e Yisrael Beytenu, “Israel nuestra casaâ€. Pero quien se considera orto-doxo excluye a otros como hetero-doxos; olvidando que hetero no es sinónimo de hereje sino que significa otra opinión, actitud o conducta. El Rabà Jesús de Nazaret fue judÃo heterodoxo. No cabe hablar de antisemitismo alguno, sino de “reconocer el derecho de los palestinos a vivir libre de amenazas dentro de fronteras seguras y reconocidasâ€(Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, 1967).
El gobierno de Israel califica de “antisemita†a cualquier gentil que discrepe de su polÃtica belicista. Si el que opina es judÃo, éste “se odia a sà mismoâ€. Razonamiento tan falso como la pretendida superioridad de la raza aria.
Existen famosos escritores, poetas, artistas, periodistas judÃos e israelÃes que no comparten las ideas ni las actuaciones excluyentes del Likud y que se oponen a la vergüenza de ese muro que discrimina a palestinos en sus propias tierras. Como encerrados en “guetos palestinosâ€. ¿No es una proyección sarcástica? JudÃos israelÃes que denuncian la ocupación de tierras de los palestinos, en las que se asientan colonos integristas y excluyentes. ¿No era algo parecido a lo que hicieron los nazis encerrando en guetos a judÃos polacos, alemanes, austrÃacos, checos y ucranianos? ¿No fueron enviados al exilio millones de palestinos cuyas casas, tierras y medios de vida se hicieron imposibles por la intolerancia de las milicias que formaron la Haganah, brazo armado de la Agencia judÃa responsable de atraer judÃos a Israel? Recordemos la actividad terrorista del Irgun y de Stern Gang, de cuyas filas surgirÃan Yigal Alon, Moshe Dayan, Isaac Rabin, Menahen Begin. Cuando preguntaron a Golda Meier por los derechos del pueblo palestino respondió: “¿Qué pueblo? No hay más pueblo que el judÃoâ€.
Existe un lobby judÃo que actúa en muchos paÃses y gobiernos. Nada que objetar mientras respeten las reglas de la democracia. Pero no es conforme a derecho la prepotencia del gobierno israelà y su acoso y matanzas en Deir Yassin en donde Irgun asesinó a todos los habitantes (1948). Muchos judÃos padecieron en los campos de exterminio nazis, pero también gitanos, comunistas, homosexuales, socialistas y discapacitados. Nadie podrá ignorar ni negar el Holocausto, pero no podemos permitir el exterminio del pueblo palestino.
Ni es admisible que posean ojivas nucleares sin control de las instituciones internacionales (AIEA). Actúan como los pakistanÃes o los coreanos del norte con sus bombas nucleares. ¿Con qué autoridad amenazan con atacar al pueblo iranà porque sus dirigentes desarrollen energÃa nuclear para fines industriales cuando los israelÃes la han utilizado para bombas nucleares?
Escribo como persona que admira la historia del pueblo de Israel sin ignorar sus páginas negras, como las tienen los demás pueblos, culturas y civilizaciones. ¿Que se consideran «el pueblo elegido»? Allá ellos con sus historias pero no podemos tolerar que excluyan a los demás como goyim. Entre tantas razones para respetarlos, los admiro porque en su seno ha vivido el Rabà Jesús de Nazaret. En ese sentido yo también soy judÃo (hasta podrÃa llevar sangre judÃa, pero no acepto servidumbres de raza, género, lengua o color). También me reconozco del pueblo cristiano y de su cultura pero no acepto a ese enclave ideológico con «sede» en el Vaticano. Y me sé griego y romano, como me sé árabe y musulmán. ¿Cómo si no hubiera podido escribir estas lÃneas y expresar mi pensamiento? Nunca podré ser «antisemita» porque eso es una barbaridad sin sentido. Pero puedo discrepar de formas de sionismo excluyente y prepotente porque me sé ciudadano del mundo y nunca he hecho acepción de personas. Si me viene corta la nacionalidad española y aún esta pobre caricatura «europea», ¿cómo no voy a reconocer la dignidad de todo ser humano en un planeta que nos estamos cargando por nuestra insensatez suicida? Vivan en paz, como fruto de la justicia, los ciudadanos del mundo y acabemos con esta explotación de unos seres por otros, con el hambre, con las guerras, con la explosión demográfica y construyamos todos juntos otro mundo más justo y solidario.
José Carlos GarcÃa Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS