La figura de Karl Marx transciende fronteras, intelectuales y físicas, para llegar a todos los lugares del mundo y conformar una corriente de pensamiento, a favor o en contra, que ha servido de continente ideológico para todo el siglo XX, y que ahora, con el advenimiento del siglo XXI ha comenzado a disiparse en pos de cuestiones puramente materialistas.
Porque el mundo que nos abruma hoy no es el mundo que preocupaba a Marx a comienzos del siglo pasado y finales de hace dos, aquel mundo no entendía de estados del bienestar y hablaba en términos de proletarios y de propiedad de los medios de producción, mientras que el mundo de hoy se pierde por cuestiones de ocio y de sector servicios.
Marx tenía un sueño, igualitario, equitativo, en el que el capitalismo se devoraría a sí mismo, y así hubiera sido si la tecnología no hubiera acudido a su rescate, pero vino, y el capitalismo devoró al comunismo, que quedó como refugio de pensamientos pretéritos y obcecaciones viscerales ausentes totales de pragmatismo.
Un pragmatismo que sucumbió a la delirante esencia humana, incapaz de sostener la solidaridad el tiempo necesario para construir una sociedad sobre su fundamento, una esencia que escapa hacia adelante al amparo de la avaricia personal, como tan perfectamente predijo Adam Smith.
El británico le ganó la partida al alemán, ambos construyeron su ideología en base al mundo que les tocó vivir, uno lo explicó y el otro lo quiso cambiar, pero el mundo cambió sin que el comunismo se apoderara de su organización, dejando atrás las teorías de Marx.
Mal haríamos, sin embargo, en olvidar el comunismo y todo lo bueno que prometía, porque de él debe de emanar el espíritu último del estado del bienestar sobre el fundamento del capitalismo, refundado o no, y a él deberíamos de tender recobrando la equidad en los pueblos y la igualdad entre los ciudadanos.
El comunismo fue una teoría económica errónea pero no puede menospreciarse como teoría social, y a ella debemos de dirigirnos para encontrar acomodo, retomando las enseñanzas que Marx nos transmitió y no permitiendo que el materialismo histórico se convierta en materialismo social.
Marx no fue un ciudadano de una ciudad en concreto, fue ciudadano de un mundo, de un mundo comunista que él diseñó y que nunca se llegó a construir porque el capitalismo nunca se vino abajo.
Publicado en la Revista Cultural Letras (tu revista literaria)