En uno de mis anteriores comentarios decía yo que en España no sobran los políticos pero si sobran algunos de ellos
principalmente aquellos que han hecho de la política una profesión y que cuando se refieren a su actividad política dicen aquello de “yo estoy cumpliendo con mi trabajo”. Hablan como si estuvieran empleados en un taller o en una oficina. Yo creo en los políticos pero no en esos que han tomado la política como un medio como otro cualquiera para ganarse un salario, en estos no creo en absoluto. No me gustan. No me fío de ellos. Yo creo en aquellos que cuando hablan de su función dentro de la política dicen aquello de “yo estoy cumpliendo con mi cometido, con mi responsabilidad y con esa obligación para la que fui elegido”. Estos son políticos vocacionales a los que les guía el noble principio de ser útiles a los demás. Estos se podrán equivocar, todos nos equivocamos, pero nunca mentirán ni engañaran a nadie.
A los políticos “profesionales” hay que “invitarles” a que se marchen, aunque mientras no exista un proceso electoral de listas abiertas habrá que soportarlos. Si esto no se produce, porque a ellos no les interesa, habrá que echarles. Todos ellos, como estamos comprobando, son de una mediocridad alarmante y desde luego incapaces de darle a este país lo que le hace falta que no es otra cosa que escuchar a los ciudadanos y no creer que el ganar unas elecciones les da derecho a hacer, durante cuatro años, lo que les venga en gana. El resultado de unas elecciones no dan derechos a nadie, solo dan obligaciones, exigencias que consisten en mejorar al país tanto social como económicamente y desde luego nunca a “cargarse” el Estado del Bienestar como lo ha hecho el Gobierno actual, un Estado del Bienestar cuya recuperación será muy lenta y muy limitada ya que la agresión que ha sufrido ha sido de tal magnitud que pasaran décadas hasta que se le pueda apreciar alguna mejoría.
Está claro que la regeneración de la clase política es imprescindible. Tanto la talla moral como la intelectual de los actuales políticos deja mucho que desear. Su desprestigio es más que evidente y la desconfianza en ellos se acentúa cada vez más. La mediocridad de los políticos solo conduce al desastre y al empobrecimiento de la sociedad.