Es fácil comprobar como, durante los últimos años, se ha producido una clara tendencia a atacar los logros de la Transición democrática. Los detractores del conjunto de eventos que la compusieron consideran que no sirvió para curar los males causados por la Dictadura de Francisco Franco y que ayudó a garantizar la impunidad de personas que estuvieron cometiendo actividades delictivas bajo el amparo del régimen franquista.
Llamativa ha sido la reacción de Podemos, que ha criticado con fiereza un vídeo expuesto para presentar los actos de la celebración de los 40 años de vida de la Constitución de 1978 en España. En las imágenes del archivo se puede presenciar a dos ancianos que vivieron la Guerra Civil y que llegaron a enfrentarse en la Batalla del Ebro.
Según Pablo Iglesias, no se puede equiparar a asesinos con víctimas. Tiene razón, pero comete un grave error al pensar que en la Guerra Civil española del siglo pasado hubo un bando de asesinos que arrasó a un bando de las víctimas. Desgraciadamente, los miembros de ambos bandos mataron a personas y en todos los frentes murieron ciudadanos españoles que no merecieron vivir ese lamentable evento, no pudiéndose culpar a aquellos que obraron como subordinados de los líderes bélicos de cada frente.
Existe un odio a la Transición democrática española, que se consolidó en 1978, porque el bando franquista acabó con la II República española y, con posterioridad a la muerte de Francisco Franco, no se produjo una restauración del régimen republicano que existía con anterioridad y tampoco se castigó, por la Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistia, a los que provocaron el conflicto. Por ese mismo motivo, todo lo que deriva de la Transición, que para muchos debería haber sido una revolución como la francesa de 1789, parece que con decapitaciones incluidas, no es legítimo. Sin embargo, desprestigiar los logros del consenso de los últimos años de la década de 1970 podría acercar a los ciudadanos que viven en España a una crisis social totalmente indeseable.
Hay que tener presente el pasado para no repetir en el futuro los errores ya cometidos, pero no se pueden reavivar sentimientos de rechazo y frustración que ya parecían enterrados y que podrían generar nuevos conflictos. Por este mismo motivo, si se actúa con negligencia o temeridad, podrían ir acumulándose ingredientes similares a los que provocaron la Guerra Civil española del siglo pasado y, si ello llegara a ocurrir, sería muy posible que pudiera llegar a producirse otra Guerra Civil española en el presente siglo, como parece que desean algunos que no vivieron el sangriento conflicto.
En la Guerra Civil española del siglo pasado perdieron la gran mayoría de los españoles, cuya pertenencia a un bando o a otro careció de importancia. Algunos se vieron muy beneficiados, principalmente los del bando franquista, pero solo queda aprender de lo que sucedió antes, durante y después del estallido del conflicto, cuya gestación se produjo en un detestable clima de convulsión política durante la II República, que no fue una época mejor que la actual, cuyo fin podría estar relativamente cerca en el tiempo, con todo lo que ello implica.